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un contraste en las Animas durante el trayecto, vino a encerrarse en la plaza de Maldonado — sitiada en esos días por los oribistas — para hacerse cargo de la defensa, a principios de febrero de 1847.

Con fecha 19 de este mes el gobierno decretó el cese de Rivera en la jefatura del ejército, nombrándolo en cambio Inspector General. Rivera, que no podía despojarse de sus atributos de caudillo, estaba en interdicto muy serio con las autoridades de la República, pues con prescindencia de éstas, y por su cuenta y riesgo, tenía iniciado tratos directos con el general Oribe a través de las líneas defensivas de Maldonado, buscando entenderse, de igual a igual, en cosas que no estaban en sus atribuciones de simple jefe militar.

Suárez, en posesión de esa certeza, le quitó el mando por resolución de 3 de octubre y el día 5, el Ministro de la Guerra coronel Lorenzo Batlle, constituyéndose en un barco en Maldonado, procedió a su aprehensión, obligándolo a embarcarse para el Brasil.

Cuatro años prolongóse la expatriación llena de amarguras de todo género, pues vino a mezclarse a la pobreza, la falta de salud.

El decreto por el cual se le levantó el destierro y la prohibición de volver a la República, lleva fecha 30 de octubre de 1851, y lo firman como ministros de Suárez, Manuel Herrera y Obes y Lorenzo Batlle, que habían intervenido tanto en el extrañamiento.

El gobierno imperial, de su lado, levantó constantes obstáculos a la vuelta del caudillo, cuya decadencia física era evidente, de igual modo que lo retuvo preso en una fortaleza casi todo el año 51.

Por todas estas cosas, Rivera vióse en la precisión de continuar viviendo en la Corte imperial hasta abril de 1852, cada vez más debilitado.

La esperanza de que remedio alguno le probaría como los aires de la patria, lo impulsaba, todavía más, a emprender el retorno.

Libre al fin, se puso en marcha para el país el 20 de enero de 1853, en un buque que previa escala en Santa Catalina lo condujo a Río Grande el 26 del mismo mes, para de allí seguir a la ciudad de Yaguarón en una diligencia particular.

Todavía encontrábase en territorio brasileño cuando tuvo noticias de que una revolución triunfante en Montevideo, lo había designado para ocupar el primer puesto de un Triunvirato de gobierno, el 25 de setiembre de 1853.

Era la hora del triunfo — inesperado por cierto — pero sonaba cuando su ya muy debilitada salud lo tenía imposibilitado para cualquier actividad y en gravísimo peligro de muerte.

Habiendo tenido alguna mejoría cruzó la línea del Yaguarón y se internó en el departamento de Cerro Largo haciendo su recorrido en muy pequeñas etapas, pero sus males lo obligaron a detenerse en Melo, y en las proximidades de esta Villa, costa

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