Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1099

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sus tendencias: literatura, historia y filosofía, De este modo nunca alcanzó a bachillerarse.

En noviembre del 94 presentóse a examen por última vez, obteniendo las notas más altas en los dos cursos de literatura.

Abandonados los cuidados de exámenes y las obligaciones de clase, se consagró a las lecturas donde iba a formarse, retraído en su casa, sin mantener contacto nada más que con un pequeño grupo de amigos de inclinaciones afines. Junto con tres de ellos, Víctor Pérez Petit y los hermanos Carlos y Daniel Martínez Vigil, apareció como director de la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales, cuyo primer número corresponde al 5 de marzo de 1895. Esta publicación que todavía conserva rango entre las de su índole editadas en el Río de la Plata, y que duró hasta la salida del número 60, el 25 de noviembre de 1897, atesora los primeros trabajos del esclarecido escritor. Profesor, en 1898, del aula de literatura en la Sección de Enseñanza Secundaria de la Universidad, muy poco, nada tal vez, resta de una labor para la cual no estaba hecho pero, según observa acertadamente Pérez Petit, si Rodó no pudo ser profesor al tipo dómine, un conferencista admirable se perfilaba ya entonces. Reunidas bajo el título común de “La Vida Nueva” elegido para lo que debía constituir una serie de “Ensayos”, dió a la imprenta en 1897 “El que Vendrá” y “La Novela Nueva”, comentarios sobre “Academias”, novelas cortas de Carlos Reyles, que constituyen las dos páginas más significativas del momento de irresolución y de inquietud intelectual porque atravesaba entonces, En 1899 apareció su estudio sobre Rubén Darío, magnífico estudio, que causó sensación, constituyendo el primero que se hacía en serio sobre el modernismo.

Por decreto de 19 de junio de 1900 se le confió la Dirección de la Biblioteca Nacional, mientras se instruía un sumario administrativo, pero sólo dos meses mantuvo el puesto, pues cesó el 23 de agosto.

Miembro de la comisión que tuvo a su cargo estudiar la marcha y planear la reorganización de aquel Instituto, trabajó en la estructuración de reglamentos y plan de catálogos, nombrándosele finalmente miembro del Consejo Directivo Honorario que debía cooperar en sus tareas con el nuevo director, pero cuyas funciones vinieron a resultar totalmente baldías en la práctica,

Al terminar el curso de 1901 hizo renuncia de la cátedra de literatura para hallarse en condiciones de optar a una banca de diputado por Montevideo, y el mismo año publicó “Ariel”, opúsculo de 141 páginas “evangelio de la juventud latinoamericana, la voz y la conciencia de nuestra raza”. El triunfo fué completo, clamoroso, definitivo y en varias Repúblicas del norte del continente se hicieron ediciones oficiales de aquel libro “toque de somatén por la causa del idealismo y de la nueva democracia”, ante lo que se vislumbraba, en aquel momento de

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