Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1101

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María Gutiérrez y Juan Montalvo, los cuales, unidos al mencionado sobre Rubén Darío, bastarían para consagrar al maestro de Ariel como un crítico literario de primera fila, conforme su obra en general lo consagra como estilista consumado, pudiendo afirmarse que “no se ha escrito en América prosa de línea más severa y armoniosa que la de Rodó”. Integra el “Mirador”, asimismo, su página sobre Bolívar, página ejemplar en cualquier sentido, Fuera del parlamento y en actitud de opositor bien definido a la política de la hora, formaba desde 1912 en la redacción de “Diario del Plata”, hoja fundada y dirigida por Antonio Bachini, y desde sus columnas bregó con empeño y entusiasmo por el programa ideológico que le servía de bandera, pero que exigiendo al mismo tiempo gran consumo de energías, esta merma vital se acusó finalmente en su físico.

En setiembre del año 14 cesó de figurar como redactor del diario, donde una disimulada tendencia germanófila parecía apuntar al iniciarse la guerra europea.

Sufrió entonces — palabras del Dr. Crispo Acosta — lo que él llamaba “su hora de tristeza”, cuando los nobles ideales de la democracia y la república parecían derrotados en Europa.

Escribió, presa de profundo «abatimiento, “por ineludible necesidad económica” en el vespertino “El Telégrafo”, pero como su mayor deseo era desentenderse de la política uruguaya, con la cual tenía discrepancias de fondo, aceptó el puesto de corresponsal del semanario bonaerense “Caras y Caretas”, con el cual marcharía para una Europa en llamas, que achicaba el límite de las tierras por recorrer.

Embarcóse en Montevideo el 15 de julio de 1916, despedido con calurosas manifestaciones de simpatía, que él agradeció con esperanzadas palabras, “perseverante de heroico optimismo".

Atravesando por Portugal y por España “como un pájaro sobre un jardín”, llevaba ocho meses de permanencia en Italia y visitadas sus principales ciudades cuando llegó a Palermo, Sicilia, el 17 de abril. Enfermo repentinamente de mucha gravedad, no tuvo en los primeros días los cuidados facultativos del caso y hubo que trasladarlo del hotel al nosocomio de San Saverio, donde expira en soledad lamentable el 1° de mayo de 1917. Una dolencia que no cerró su cuadro, a la que se unieron complicaciones ulteriores, desconcertó a los facultativos al certificar la causa mortis, vacilantes entre una cuestión paratífica y una cuestión renal.

La noticia de que había muerto consternó la República. Una comisión especial repatrió los restos del maestro para reposar definitivamente en su tierra. Se le tributaron entonces homenajes pocas veces vistos en la capital, siendo velados en el gran vestíbulo de la Universidad y conducidos al Cementerio Central rodeados del pueblo.

Dos libros póstumos, que poco

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