Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1132

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nombramiento político por excelencia el suyo — no mejoró en nada la situación de las fuerzas gubernistas; y la operación de más envergadura que intentó poner en práctica para aliviar la presión del enemigo sobre Paysandú, resultó frustránea, viéndose obligado a retroceder hacia Montevideo.

A principios del año 65 el Ejército de Reserva había dejado de existir prácticamente, y fué resumido en el que se llamaba Ejército de la Capital por decreto del 20 de enero, nombrándose a Sáa como general en jefe. Un día no más tuvo ese comando, pues el 21, el gobierno — que había perdido la brújula — “aunque plenamente satisfecho y muy reconocido a los importantes servicios prestados al país”, subdividió la autoridad militar en 5 comandos, correspondiéndole a Sáa el del 3.er cuerpo.

El 20 de febrero, Montevideo abría sus puertas al caudillo de la revolución sin librar combate. Saá, cuyo rol militar absolutamente nulo había durado menos de seis meses en el Uruguay, pudo restituirse para Buenos Aires sin zozobra.

Las alternativas de la política argentina, que lo retuvieron alejado de la patria, lo volvieron a nuestras playas, y fué en la República donde vivió los últimos seis años de exilio, embarcando en Montevideo de regreso a su país en setiembre de 1880.

En viaje a San Luis, el general Sáa falleció repentinamente, en una estación de ferrocarril, el 7 de julio de 1884.


SAEZ, CARLOS Federico

Pintor, que constituyó sin duda posible una de las más grandes esperanzas del arte nacional. Había nacido en la ciudad de Mercedes el 14 de noviembre de 1877, y tuvo precoz vocación por el dibujo.

Iban recién cumplidos sus 15 años cuando Blanes, viendo trabajos pictóricos de su mano, aconsejó que se le enviara a Europa en cuanto fuese posible.

Becado dos veces por la nación, frecuentó el estudio de Padilla en Madrid y los principales maestros de Roma, pero sin hacer cursos académicos reglamentados.

Muy trabajador, nos ha dejado las muestras de una labor fragmentaria y magnífica — “ópera interrupta” — que resiste el más severo análisis y rubrica la posesión de un extraordinario talento. Ello puede confirmarse admirando sus dibujos y sus pinturas en el Museo Nacional de Bellas Artes de Montevideo, donde se conserva poco menos que la integridad de su producción artística.

No hay desmérito en la carrera artística de Saez, fugaz y brillante como un rayo: una fuerza sostenida y personal domina en los trabajos al lápiz, sencillamente admirables; en los paisajes, del más sano y encantador realismo; en sus figuras de estudio, vigorosas y sobrias, y por fin en unos cuantos retratos concluídos o a medio concluir, que ponen de manifiesto la seguridad de las pinceladas de un maestro.

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