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Nacional de Buenos Aires, marchó a Europa en 1884 y en París tuvo, por cinco años, la dirección de Leonard, considerado entonces como uno de los mejores maestros de violín, al mismo tiempo que cursaba estudios de composición y armonía en el conservatorio, recibiendo lecciones de Dubois.

De regreso a la República a principios de 1889, se presentó nuevamente al público montevideano, en una serie de conciertos reveladores de una acabada técnica y una escuela de primer orden, por lo cual el gobierno de Tajes lo encargó de organizar los grandes números musicales integrantes del programa oficial de la recepción del presidente argentino Juárez Celman, ese mismo año.

Dedicadas sus actividades a la dirección del Instituto Verdi, escuela de música fundada en 1890, compuso, al margen de ellas, la música para una opereta en dos actos, de Nicolás Granada, que tenía por título “Colombinson”, la cual se estrenó con éxito en 1894.

Ampliando sus aspectos, escribió más tarde Suite, Marcha Indiana y el Coro de los Peregrinos, composiciones de orquesta; Burlesca, Revérie, En tierra extraña, Viejas campanas, para violín; Allegro de Concierto y Capricho español, para piano, etc.; y finalmente, en género superior, una “ópera mística” con letra de B. Fernández y Medina, “San Francisco de Asís”, llevada a escena en Solís. Únese a esta labor de Sambucetti, tan elevada, otra más proficua, que es la hermosa y perseverante labor de arar hondo en el sentimiento artístico de las masas populares, a la cual dedicó sus más nobles empeños y sus más férvidos entusiasmos como imaginador, organizador director de los grandes conciertos sinfónicos de la Orquesta Nacional, inaugurados en la sala del Teatro Urquiza en octubre de 1908, bajo los auspicios del gobierno del Dr. Claudio Williman, primero, y con la decidida cooperación del de Batlle Ordóñez, más tarde.

La serie de estos conciertos a precios populares, que durante tres meses al año difundían la buena música y hacían posible el conocimiento de las obras de los maestros, reservados antes a los pocos privilegiados que podían concurrir a la ópera, fueron interrumpidos en 1914, por estallido de la guerra en Europa. El maestro, sin desesperar de que podrían ser reanudados, iba en camino de que se realizaran sus elevados propósitos con el apoyo de un ministro joven e inteligente como el doctor Carlos M. Prando, que tenía a su cargo la cartera de Instrucción Pública, pero la muerte, interponiéndose, lo arrebató el 6 de noviembre de 1926, precisamente en los días que el Parlamento votaba la ley financiando la nueva temporada.

Maestro, sembrador, animador, son estos los predicados que se unen al nombre de Luis Sambucetti, cuyo recuerdo y cuyos méritos consagra el busto suyo erigido en una plaza en los Pocitos.

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