Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1146

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días pudo conocer al coronel riograndense Juan Francisco Pereira de Souza, mal afamado militar, del cual más tarde debía de ocuparse en la prensa.

Pacificada la República, se le encuentra en Montevideo a principios del 98. Sus ideas habían evolucionado totalmente: era anarquista, afiliado y conferenciante del Centro Internacional de Estudios Sociales, y la policía del dictador Juan L. Cuestas lo perseguía ensañada, como a todos sus compañeros de lucha. Sánchez vióse en el caso de escapar de la capital, yéndose a Rosario de Santa Fe, a la redacción de “La República”, diario que recién se fundaba y donde duró poco tiempo, trasladándose luego a Buenos Aires.

Allí publicó en 1900 “Diálogos de Actualidad” y “Cartas de un flojo”, donde referido al panorama nacional “fustiga la guapeza, el matonismo, el culto al coraje que justifica cualquier bajeza, purificando a los ojos de la gente las almas más torpes, la vanidad patriotera, la politiquería mezquina y la sumisión de todas las inteligencias a los ídolos gauchos de chuza y poncho, bárbaros jefes de montoneras”.

“Incisivas y valientes en la amonestación doctrinaria, esas cartas — dice R. F. Giusti, su primer biógrafo formal — son aguas fuertes en los retratos”.

A Saravia, por ejemplo, un tiempo venerado, lo pintó crudamente con unas pocas pinceladas.

El teatro, por entonces, “ya se le había metido entre ceja y ceja” y durante una nueva estada en Rosario escribió “La gente honesta” y el sainete “Canillita”, las cuales no se llevaron a escena sino más tarde, después del estreno de “M'hijo el Dotor”, comedia dramática en tres actos. Representada en el Teatro de la Comedia por la compañía de Gerónimo Podestá, el 13 de agosto de 1903, pocos triunfos parecidos a éste han de encontrarse en los anales del teatro rioplatense. Las ovaciones se repetían al finalizar cada acto, y la pieza se mantuvo en el cartel 33 noches seguidas.

Siguieron al éxito extraordinario de su primer obra, seis años de existencia repartidos entre la producción desordenada que fué característica, y una vida desordenada también, en que el alcohol, sin llegar nunca a perturbar sus facultades ni a rebajarlo, preparó el campo para la enfermedad y para la muerte.

Nada más inexacto, sin embargo, que ese cúmulo de leyendas corridas después sobre la bohemia, la borrachera y las miserias de Florencio Sánchez “caminando por las calles de las ciudades que gozaban su obra — siempre en invierno — casi arrastrándose, tosiendo y escupiendo sangre, negado, vencido, incomprendido genial que no podía levantar la cabeza”.

Nada de eso (según dice bien Fernando García Esteban, otro documentado y minucioso biógrafo), ni tampoco un perfecto burgués, abstemio, rico en dinero y en satisfacciones como pretendió la novela contraria.

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