Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1147

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Fué un hombre simpático, bueno, culto, inteligente, cuyo talento supieron honrar sus contemporáneos, pero era también un inadaptado y un hombre enfermo.

A pesar de sus ruidosos triunfos — inevitable semillero de envidias tuvo más amigos qua enemigos. “Y si la envidia le mostré alguna vez sus dientes amarillos, él pasó sin mirarla, acaso entristecido, pero desdeñoso y sonriente. Su corazón no la conoció porque tenía demasiada fe en si mismo!”.

No le faltó tampoco el apoyo oficial en su patria, pues el viaje a Europa, donde su vida debía extinguirse, lo hizo en desempeño de una misión que el gobierno del Dr. Williman le había ofrecido, a pretexto de rendir un informe sobre un asunto ocasional cualquiera.

Embarcó en Montevideo para el viejo mundo, solo se había casado con la señorita porteña Catalina Raventos pocos días después del estreno de “M'hijo el Dotor” — el 25 de setiembre de 1909, tomando tierra en Génova. Después de viajar por Italia del norte y sur de Francia, sentó reales en Milán.

La Costa Azul, con todos sus encantos y todas sus tentaciones, agudizó el desarreglo de su vida, y en el verano de 1910 la salud hallábase hondamente resentida.

Los médicos que lo examinaron en octubre, en Génova, llegaron a un diagnóstico alarmante y a un pronóstico sombrío, aconsejándole que se recluyera en un sanatorio de Suiza. Empeñado tercamente en saber lo que decían los doctores, cuando lo supo se desmoralizó.

La posibilidad de volver al país tuvo que descartarse en absoluto, y el traslado a Davos-Platz para hacer una cura de reposo en la montaña, se convirtió pronto en algo tan urgente que no dió tiempo para hacerlo. Se le llevó a un hospital privado de Milán, y allí su vida tuvo fin a la hora 1 y 30 del 7 de noviembre de 1910.

De las veinte obras teatrales debidas a la pluma de Florencio Sánchez, sería manifiesta exageración decir que su garra se descubre en todas ellas. Algunas son positivamente inferiores como “Los Curdas” y otras cosas insignificantes “para pasar el rato”. Pero entre las de más hay para ganar la inmortalidad.

“No fué un escritor de estudio sino un instintivo que tenía la visión innata del teatro”.

“No fué tampoco un creador de caracteres pero no ha tenido rival en nuestra escena en el arte de representar ambientes y dibujar tipos” conforme se dice al principio.

Sus despojos mortales fueron traídos a Montevideo y en el Parque Rodó hay un bronce suyo, obra del escultor Cantú.


SANCHEZ CABALLERO, MANUEL

Súbdito español de larga historia, cuya desaparición misteriosa en Tacuarembó en octubre de 1881 dió muchísimo que hablar, originando luego un reclamo internacional.

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