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ban la posibilidad de sucederlo en un momento dado.

En esta disposición de ánimo se produjo, el 13 de marzo de 1880, un acontecimiento altamente sorpresivo, cuando Latorre envió a la Asamblea General su renuncia de Presidente de la República.

La renuncia formaba parte de un plan urdido para recuperar el poder de facto, provocando una situación de aparente caos que llamase, por necesaria, la mano fuerte de un hombre acostumbrado a hacerse obedecer, y el cual no podía ser otro sino Latorre mismo.

Así las cosas, el comandante Santos, que contaba con el apoyo de la mayoría de los jefes de la guarnición, previamente ganados, desarrollando su plan, tomó cartas en el asunto, obteniendo, con el respaldo que le prestaban las fuerzas armadas, que la Asamblea aceptara la renuncia de Latorre y que el presidente del Senado Dr. Francisco A. Vidal entrase quieras que no a ejercer el poder ejecutivo conforme a la ley.

Latorre, a quien esa actitud de sus jefes en mayoría tomó totalmente de sorpresa, vióse despojado en un momento del poder omnímodo, gobernador o presidente, de que había hecho gala hasta entonces y, desvanecida la furia impotente de la primera hora, entre aturdido y avergonzado, pocos días más tarde abandonó Montevideo, llegando en fuga al Brasil por el departamento de Cerro Largo.

Las esperanzas, que en un momento abrigó el país, de que la presidencia del Dr. Vidal pudiera ser la puerta de salida a un régimen de verdad republicana, más o menos tal, se desvanecieron ante la influencia decisiva de Santos sobre el escaso ánimo del nuevo magistrado. Con o sin motivo, teniendo en vista nada más que su prevalencia y su gravitación sobre el espíritu de Vidal, se le imputaron a Santos, cuando menos, todos los malos actos de un gobierno lleno de culpas y errores gravísimos.

Ministro de Guerra y Marina de Vidal al constituir su gabinete el de marzo de 1880 y ascendido a coronel en la misma fecha, el 25 de junio de 1881 se le promovió a coronel mayor (general), y cuando al ministro le pareció oportuno, el último día de febrero de 1882, Vidal hizo renuncia de la presidencia.

El 1° de marzo, 49 votos entre 50 senadores y diputados presentes, elegían para sucederle al general Máximo Santos. La mayoría, casi unanimidad, estaba formada por colorados, blancos, liberales y católicos.

El término constitucional de cuatro años del gobierno de Santos de 1882-86, significó dentro del marco del militarismo adueñado del mando, una etapa de mejoramiento indudable, pues la era de sangre, con sus asesinatos, sus desaparecidos misteriosos y la “ley de fugas” en plena vigencia en campaña, tuvo fin, aunque todavía algunos jefes políticos departamentales — especie de procónsules que descontaban la impunidad — fueron objeto de acu-

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