Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1158

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saciones gravísimas y no precisamente sin fundamento.

En cambio creció la corrupción administrativa, dilapidándose, a ojos vistos, los dineros públicos, dándoseles arbitrarios o indebidos destinos y se plantearon negocios en que intervenía el Estado — como por ejemplo la contratación del puerto de Montevideo con el sindicato londinense — que importaron un escándalo nacional.

Santos, en lo que le es personal, acumuló prevalido del desorden administrativo, mientras llevaba una vida fastuosa, una fortuna que al morir podía calcularse todavía superior a un millón de pesos y cuyos orígenes, como es lógico, no podían ser claros.

Un grupo de ciudadanos “posibilistas”, capacitados y honestos, aceptaron sin embargo colaborar en gobierno — logrando quedar al margen de imputaciones lesivas — y una serie de importantes mejoras administrativas y de conquistas liberales cuentan en la época santista, a la par de la sobresaliente obra de la Escuela de Artes y Oficios, el estímulo e incremento de la instrucción pública, la creación de la marina nacional de guerra, etc.

Un hermoso acto de política internacional merece que se destaque especialmente: el 13 de abril de 1883 se votó en las Cámaras por aclamación, el mensaje del Poder Ejecutivo, dispensando a la República del Paraguay de la deuda de guerra de la Triple Alianza, — 1865-70 — calculada en más de tres millones de pesos oro, y una delegación especial trasladóse al país hermano a devolverle los trofeos de guerra que el heroísmo de nuestros soldados había conquistado con tanto sacrificio. Ejemplo de fraternidad americana, estas determinaciones generosas tuvieron resonancia continental.

El ejército, garantía de la paz y base de la estabilidad del gobierno, fué colocado en pie de organización desconocido hasta entonces, y estuvo habilitado para sofocar, de inmediato, las tentativas revolucionarias del coronel Máximo Pérez en julio del 82, del mayor Visillac en 1884 y la de Máximo Layera en 1885.

Ansiosamente esperado iba llegando entre tanto el fin de la presidencia de Santos, promovido a brigadier general el 15 de febrero del 83 y a teniente general el 22 de julio de 1884.

La solución que tuviese el problema electoral del 19 de marzo del 86 podría ser decisiva para el país, si el general Santos, tomando altura y poniéndose a tono — aunque sólo fuese dentro de lo relativo — con las legitimas exigencias de la opinión, consentía en darse por sucesor un ciudadano que constituyese, por si mismo, una garantía de futuro.

Las ambiciones desatentadas de aquel hombre inteligente pero sin freno, incapaz de penetrarse de lo capitalísimo del momento que se acercaba, desembocaron, sin embargo, en la peor de las fórmulas imaginables.

El Dr. Francisco A. Vidal volvió a

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