Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/116

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

Después de una pelea de cuatro horas el pueblo fué tomado a rigor de las armas y todos sus defensores quedaron muertos o prisioneros, Artigas a su vez quedó herido de un balazo en el pie “bastante malo aunque no estaba en peligro” según el parte de Benavídez a la Junta de Buenos Aires. Se atendía en una casa situada frente mismo a aquella donde había caído, cuando una complicación sobreviniente le produjo la muerte el 24 de mayo, y recibió sepultura al día siguiente, al cumplirse el primer año de la Revolución.

El acuerdo de la Junta ordenando se inscribiera el nombre de Manuel Artigas junto con el de Pereyra de Lucena, caído en el Desaguadero en el Alto Perú, reclamado en marzo de 1812 ante el gobierno del Triunvirato, obtuvo un decreto de este organismo ordenando se colocara a la brevedad la lámina de bronce con aquellos nombres “siempre gratos”, pero el Cabildo no tenía fondos para hacerlo.

En 1856, los sobrinos de Lucena volvieron sobre el asunto representando ante la Municipalidad de Buenos Aires.

En 1891, una Comisión Ejecutiva Especial, consiguió que se hiciera justicia a los dos valerosos capitanes.

Cinco hijos, un varón y cuatro mujeres dejó Manuel Artigas al morir, habidos de doña Mariana Fernández, cuya existencia, prolongada 80 años, alcanzó al 21 de junio de 1854, pensionada por el Estado. La menor de las hijas, de nombre Rosalía, fué esposa del Dr. Fermín Ferreira.


ARTIGAS, MANUEL FRANCISCO

Soldado de la independencia, hermano del gran caudillo, que alcanzó grado de coronel en el ejército nacional, nacido en Montevideo el 21 de julio de 1769.

Oficial y jefe de milicias en Minas cuando el levantamiento del país el año 11, participó en la batalla victoriosa de Las Piedras.

Prisionero de los portugueses en la jurisdicción de San José a principios del año 1817, Lecor lo hizo conducir de inmediato a Montevideo por razones de seguridad y sobre todo con miras de servirse de él para abrir algún entendimiento con Artigas, según le escribe al propio Rey. Nada pudo conseguir del prisionero, sin embargo, y quedó convencido, por el contrario, de que su presencia era perjudicial a la Plaza. Juzgó acertado entonces enviarlo a Río de Janeiro en idéntica calidad de preso. Don Manuel, según el general portugués, mantenía disimuladamente el partido de su hermano José y era “el centro de relación con sus secuaces”.

Por razones de alta política futura recomendaba al soberano se le tratara de la mejor manera posible, abonándole sus sueldos y favoreciéndolo con sus reales mercedes. Por éstas, acaso, logró Artigas salir de

— 116 —