Rio Grande con los mismos métodos que en tierra uruguaya, un generalato “sui géneris”, un gran deseo de emular a su hermano y una bala que tenía metida en el cuerpo desde la batalla de Paso Fundo, el 27 de junio de 1894.
Activo participante, lo mismo que su hermano Antonio Floricio, en la reacción política que se inició en las filas del Partido Nacionalista en 1895, durante la presidencia de Juan Idiarte Borda, sus prestigios militares de ultra-frontera vinieron a indicar a Aparicio Saravia, —aparte de circunstancias particulares favorables, como la escasez de hombres y la anarquía reinante entre los antiguos soldados del mismo credo residentes en el país, — como uno de los hombres de acción de que podía disponerse en caso de que se llegara a plantear una lucha armada.
Vivía, desde la hora de su regreso en Cerro Largo, en su estancia del Cordobés, rodeado de varios hijos crecidos, y en octubre de 1896, como los proyectos revolucionarios fueran concretándose, realizó un viaje a Montevideo para tomar contacto con los hombres del Directorio Nacionalista, pero regresó mal impresionado por la poca confianza que parecía dominarlos, buscando modos de dar largas a todo plan bélico.
Pero no todos pensaban como los miembros del Directorio, y hasta había quienes se mostraron más presurosos que él mismo.
Los sucesos se precipitaron y el 24 de noviembre del 96 Saravia se lanzó al campo, con un puñado de partidarios, con miras de provocar una alteración del orden, que sirviera cuando menos para tachar de viciadas las elecciones generales que se debían efectuar por esos días.
El 2 de diciembre se vió en el caso de refugiarse en el Brasil con 10 o 12 hombres, al cabo de una semana de correrías y escaramuzas con los soldados del gobierno, y de una disparada nocturna de caballos que sembró la dispersión entre su gente.
Una nueva invasión no se hizo esperar, pero esta vez con propósitos más definidos y más elementos, y el 5 de marzo de 1897 se internó en territorio nacional, sincronizada la operación con las invasiones de José Núñez y Diego Lamas por el litoral de Colonia, provenientes de la Argentina. El plan era reunirse todos sobre la línea del Río Negro, viniendo desde el Este y desde el Oeste; pero el 19, la columna que mandaba Saravia fué interferida por el ejército del gobierno a órdenes del general Justino Muniz, en el paraje llamado “Arbolito”, en el departamento de Cerro Largo. Los revolucionarios sufrieron un contraste serio y Antonio Floricio Saravia quedó en el campo. (Ver A. F. Saravia).
Contramarchó entonces rumbo a Melo, desfilando derrotado por las calles, y volvió al Brasil para dejar sus heridos del otro lado de la línea y regresar en seguida reiniciando la marcha en busca de Núñez y Lamas que, el 17 de marzo,