Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1169

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a los suyos, el general Basilisio Saravia perfiló una figura particular en el cuadro movido de nuestras discordias guerreras, habiéndole tocado en suerte vivir épocas de crudas pasiones exaltadas, sin salpicaduras de sangre ni tacha de excesos. De haber sido hombre progresista y de iniciativas, en la medida que fué conservador y pacato, su influencia política puesta a servicio de los bien entendidos intereses de su departamento, hubiese sido fuente de grandes adelantos y de fecundas mejoras materiales.


SARRACINA, SILVERIO

Español, residente en la villa de Durazno, donde se había radicado después de ejercer el comercio en Porongos, y donde falleció a consecuencia de las heridas de bala que se le infirieron en las primeras horas de la noche del 28 de noviembre de 1881, en las calles de la población.

Las circunstancias particulares y misteriosas que rodearon el atentado, cuyos autores no logró capturar ni aún pudo identificar la policía, originaron gran revuelo, pues se creyó ver en el homicidio algo que lo ligaba con el asunto reciente, misterioso y atroz asimismo, de la desaparición de Manuel Sánchez Caballero en Tacuarembó. (Ver Sánchez Caballero).

Sarracina, hombre de 52 años y fuerte naturaleza, sobrevivió dos semanas a la agresión, viniendo a morir recién el 13 de diciembre.

Según la versión policial, un vecino compatriota de la víctima, Ramón Maymó, había sido el autor de los disparos, pero el acusado pudo justificar plenamente su inocencia.

Un hijo político de Sarracina, Manuel De Campo, deponiendo en sumario judicial, dijo que tres o cuatro días antes de ser herido, su suegro había sido llamado junto con él, a la jefatura, a las 10 de la noche, y allí fueron amonestados por el Jefe Político coronel Juan José Martínez, con motivo de una protesta pacífica que la colonia española residente elevaba al Encargado de Negocios de España, con motivo de la desaparición de Sánchez Caballero, Agregó De Campo que los dos salieron amenazados de la entrevista.

A la protesta pacífica, para la cual se recababan las firmas, iba unida una cuestación de dinero a fin de desagotar la laguna de las Lavanderas, próxima a la Villa de San Fructuoso, donde suponíase que podía hallarse el cadáver del compatriota con cuyo paradero no se daba.

Llorente y Vázquez, representante de España, tomó cartas en el asunto, interponiendo una reclamación por la muerte de Sarracina, y el Jefe Político fué suspendido de sus funciones mientras se investigaban los hechos. Un tiempo más tarde, volvió al desempeño de su cargo en razón de que no resultaron pruebas de su culpabilidad, y la reclamación diplomática quedó arreglada, subsiguien-

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