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a Roma a continuar la carrera como alumno del Colegio Pío Latino Americano, donde obtuvo el grado de doctor en teología y derecho canónico, y se ordenó sacerdote el 20 de diciembre de 1872.

A la vuelta de Europa, con el prestigio que le daban sus conocimientos y la firmeza de su carácter, Vera lo nombró Fiscal Eclesiástico. Soler, dando pruebas del dinamismo y espíritu proselitista que lo distinguió siempre, fundó en 1875, y se puso al frente del Liceo Universitario cuyas clases principiaron el 1° de marzo del 76. Especie de universidad católica libre, enfrentada a la enseñanza también libre, pero liberal y racionalista, del Ateneo y de la Sociedad Universitaria.

Soler había obtenido para su instituto del presidente Varela, siendo ministro un católico militante el Dr. Tristán Narvaja y con vista favorable del español correligionario, Fiscal Especial Dr. Antonio Varela Stolle, el privilegio de que los cursos y exámenes del liceo, tuvieran la misma validez que los de la Universidad mayor.

Cuando se restauró la marcha constitucional de la República a fin de que el coronel Lorenzo Latorre transformara en presidencia su mandato de facto, el año 1879, Soler estaba entre los sacerdotes que ingresaron a la 13ª legislatura, junto con su compañero de estudios Norberto Bentancur y Pedro Irasusta, el antiguo capellán de nuestro ejército en la campaña del Paraguay.

Diputado latorrista y votante de Latorre para Presidente de la República el 19 de marzo, esto no le impidió calificar luego a Latorre caído, de “el déspota más insigne que ha tenido nuestra patria”.

Las relaciones excelentes que el dictador había cultivado prolijamente y con éxito entre el elemento católico, que la presencia de tres curas en el Parlamento probaba a las claras, cambiáronse en hostilidad cuando el gobierno pasó a manos del general Máximo Santos, cuyas tendencias liberales quedaron de manifiesto con las leyes de matrimonio civil obligatorio, de control de conventos y de establecimientos religiosos, etc. En tales circunstancias la oposición del clero vino a sumarse, y no precisamente muy templada, a la oposición recia de los partidos políticos. Soler, pertrechado para la lucha con sus conocimientos y por su pluma fácil, pero sobre todo un combativo temperamental, convirtióse en líder de la campaña oposicionista, y el púlpito de la Iglesia del Cordón, de la que era cura rector, se vió transformado en una tribuna de propaganda que emparejaba en violencia con sus artículos de “El Bien Público”. El gobierno protestó ante el obispo diocesano contra la oratoria de Soler, originándose un cambio de notas tan vivas como aquella del 25 de marzo de 1885, en que Juan L. Cuestas, Ministro de Justicia y Culto, reprochaba a Monseñor Yéregui que pretendiese “justificar sofismando el proceder del infeliz sacerdote que había tenido la triste gloria de llevar

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