Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1190

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a la cátedra de la palabra evangélica la diatriba y el insulto, y voces de venganza y de sangre que habían hecho estremecer al auditorio, provocando un escándalo que pesaría siempre sobre su vida de hombre honesto”... En otro terreno, el Poder Ejecutivo desconoció a Soler el título de Vicario General que se le había conferido, fundándose en que se hallaba el nombramiento en oposición con las leyes vigentes, pues carecía de la autorización civil indispensable, además de que su candidatura no se había presentado en la forma y el tiempo correspondientes.

“El Bien Público”, portavoz de los católicos, y “La Nación”, portavoz del oficialismo, contribuían diariamente a acedar la lucha en artículos descomedidos de términos, con excursiones al terreno personal. Los gaceteros santistas, dignos de sus adversarios, no trepidaron en exhumar, yendo a buscarlos donde estaban, antecedentes de los años juveniles de Soler, cuya publicación provocó un descomunal escándalo.

Encalmadas las pasiones, luego que se cambió el régimen político del país en 1886, Soler hizo un segundo viaje a Europa, que prolongó hasta Oriente fué completado luego con una jira por varias Repúblicas de América meridional, en misión religiosa. Fruto de estas recorridas fueron los libros “América Pre - Colombiana”, ensayo etnográfico publicado en 1887; “Memorias de un Viaje por ambos Mundos”, dos tomos, 1838, y “Las Ruinas de Palmira”, excursión arqueológica, 1889.

La categoría de Soler entre los sacerdotes uruguayos estaba así tan bien definida, que al quedar vacante la sede obispal de Montevideo por fallecimiento de Monseñor Yéregui en 1890, entró a ser administrador apostólico de la diócesis, y en posesión de ese cargo encaminóse a Roma donde se le consagró, el 8 de febrero de 1891, tercer obispo de Montevideo. Su residencia en el extranjero prolongóse hasta julio del año 93.

Durante la presidencia de Idiarte Borda, cuando las gestiones iniciadas ante el Vaticano por el Dr. Juan Zorrilla de San Martín en calidad de Enviado Especial del Uruguay, con objeto de elevar a categoría arzobispal la autoridad de la Iglesia Católica en la República, estuvieron favorablemente resueltas, monseñor Soler tuvo “el gran honor y satisfacción” de firmar el 26 de abril de 1897 la primer carta que suscribía como arzobispo, para significarle al presidente Idiarte Borda “la gloria que le correspondía a su Excelencia” por la nueva organización jerárquica de la Iglesia Nacional. El 19 de abril, efectivamente, la sede apostólica lo había designado Primer Arzobispo Metropolitano, y en seguida de recibir el palio embarcóse para Montevideo, donde llegó a tiempo de recoger en sus brazos a su amigo el Presidente de la República, agonizante de un balazo a raíz de un atentado, cuando, al lado suyo, salía de oír el Te - Deum ofi-

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