Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1211

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Una actitud ambigua asumida ante el alzamiento anárquico del general Caraballo, en junio de 1869, vino a redundar en gran perjuicio para los antecedentes de militar de orden del general Suárez.

Cuando el coronel blanco Timoteo Aparicio trajo la revolución al país en abril de 1870, el presidente Batlle le dió el mando del ejército del sur a cuyo frente libró la batalla de Severino el 12 de setiembre; batalla de resultados poco precisos, pero que le valió la promoción a brigadier general el 16 del mismo mes.

General en jefe de los ejércitos gubernistas, derrotó otra vez a los blancos en Casavalle, y presionando a Aparicio por su retaguardia, lo hizo retirarse de los alrededores de Montevideo donde había llegado y hostilizaba la guarnición.

Operando hacia el Este en busca de la coyuntura favorable para dar batalla al enemigo, encontróse de pronto arrinconado en las proximidades de las sierras de Maldonado, pero cuando el coronel Aparicio tenía su perdición como segura, Suarez, realizando una audaz marcha nocturna, añadió a los fastos miltares del país la página brillante de la Retirada de la Sierra, el 22 de diciembre de 1870, considerada por todos como una operación admirable.

Reforzado con hombres y elementos bélicos así que hubo tomado contacto con Montevideo, volvió sobre el caudillo adversario dispuesto a ponerlo en el dilema de librar combate. La batalla, trabada en los campos arados de Sauce, Canelones, fué una de las más terribles de nuestras guerras civiles por el número de combatientes y por la proporción de las bajas. Suárez quedó victorioso, y aunque se le acusó de haber manchado el triunfo con rigores innecesarios ejercidos a expensas de heridos y dispersos, no existen — ante los ojos de la crítica desapasionada, que discrimina entre la verdad y el apasionamiento de las épocas — pruebas de que hubiere ninguna orden, bajo reserva, tendiente a deshonrar la victoria, ni actos de barbarie colectiva. Los excesos, que los hubo, fueron hechos aislados, corrientes en casos semejantes, y ajenos al general en jefe casi siempre.

Lo encarnizado de la batalla, con la subsiguiente persecusión llevada a cabo por la caballería, puso en el cuadro, por lo demás, las crudas pinceladas de sangre que Carlos María Ramírez, secretario del general Suárez, mozo de la ciudad y ajeno a la realidad de la guerra, contempló naturalmente horrorizado.

Culminada la carrera de armas del general Suárez en el triunfo del Sauce, allí debió terminar también su vida política y militar, pues nada agrega el resto de ella a sus antecedentes.

En los tremendos días de enero del 75 y en el desgobierno de Varela, el valeroso caudillo se halla extraviado por sendas tortuosas, merced a influencias y a consejos

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