Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1222

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Ministro y Presidente del Supremo Tribunal Militar el 10 de febrero de 1892, el gobierno de Idiarte Borda le dió una misión confidencial en la República Argentina, el 27 de marzo de 1897 y el 10 de agosto del mismo año fué jefe superior de los ejércitos en operaciones contra los revolucionarios nacionalistas, hasta la suspensión de las hostilidades el 18 de setiembre.

Habiendo dimitido el 30 de junio de 1900 su puesto en la Justicia Militar, pasó a situación de retiro, y en ella vino a hallarlo la muerte el 21 de noviembre de 1912.

Un olvido sin justificación rodeó pronto el nombre del presidente Tajes y perdura todavía después de más de treinta años de su desaparición.

Injustificado silencio, sí, porque el general Tajes fué un real y calificado factor de la regeneración cívica de la República, a cuya obra aportó, en un momento realmente histórico, soluciones fundamentales, en época de desbordadas y tempestuosas pasiones, buscando radicar la paz dentro del orden y bajo el resguardo de la Constitución, nuestra ley soberana, fuera de la cual todo se disuelve y todo es vano.


TAJES, RICARDO

Funcionario público. Fué hijo menor del coronel Francisco Tajes y de Carmela Ferreira y heredero por sus virtudes y su carácter ciudadano, de tan digno padre. “El hijo de león es león”, dijo Domingo Aramburú ante su cadáver.

Nacido en Montevideo en 1850, tenía 7 años cuando el sacrificio del coronel, capitulado de Quinteros, y se crió, huérfano también de madre, en un ambiente de dolor y de estoicismo que labró aún más en su noble naturaleza.

Afiliado al Partido Colorado conservador — que había sido el paterno — lo hirieron en la pelea de la Plaza Constitución en las sangrientas elecciones del 10 de enero de 1875, a poca distancia del sitio en que caía muerto su hermano Segundo. Emigró cuando el motín del día 15 derrocó al gobierno constituído, y sostuvo la causa de la reacción nacional, que trajo la revolución al país en la segunda mitad del propio año 75, bajo una bandera tricolor extrapartidista.

Opositor irreductible a los gobernantes que se sucedieron, Latorre, Vidal y Santos, formó en el Partido Constitucional, que encarnara las esperanzas de la nación, cuando se organizó en 1880.

“Respetando, imitando y honrando virtudes cívicas hereditarias que en su antecesor ilustre fueron coronadas por el martirio, creyó que la más santa oblación que podía hacer en los altares de la patria, en aras de la concordia nacional, era colgar en ellos — como un ex-voto — la divisa roja, doblemente roja, pues la había tenido la propia sangre que llevaba en sus venas”.

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