Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1257

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tica argentina, Héctor Varela, a pesar de todo, continuó siendo muy uruguayo y fiel adicto al Partido Colorado del que su padre había sido un aliado.

No es extraño, de esta manera, que en 1857 fuese uno de los más activos agentes puestos al servicio de la invasión revolucionaria que preparó en Buenos Aires el general César Díaz, destinada a concluir trágicamente en Quinteros en febrero del año siguiente.

En circunstancias semejantes, pero entonces tratándose del general Venancio Flores, jefe del movimiento armado de 1863-65, el caso se repitió con tanta vehemencia de propaganda y tan eficaz empeño, que “La Tribuna”, gran diario bonaerense de la época llamado popularmente “diario de los Varela”, tuvo bien puesto el nombre de “vanguardia de la revolución florista”, con que fué conocido.

Flores, después de vencedora su causa, lo nombró Cónsul General en la República Argentina el 1° de marzo de 1865, sustituyendo a Mariano Espina, y el 17 del propio mes lo elevó a la categoría de Encargado de Negocios, con ejercicio del consulado general.

De viaje por Europa, un poco más tarde, tuvo un sobresaliente papel en el Congreso Internacional de la Paz, reunido en Ginebra en setiembre de 1867. Se trataba de una asamblea sin carácter oficial, en la cual, si Varela pudo hacer uso del título de Encargado de Negocios del Uruguay que investía ante el gobierno argentino, no llevaba ni podía llevar, lógicamente, la representación del país.

En la sesión del 16 de setiembre, ciertas palabras poco meditadas de un congresal francés, que rozaban la dignidad de América, dieron pie a Héctor Varela para una elocuentísima rectificación, improvisada en francés, de los conceptos vertidos. Principió la réplica dirigiéndose a los ciudadanos de la Gran Patria Universal, para transformarse pronto un vibrante himno a la libertad y a los derechos de los pueblos, hermoso de conceptos, pronunciado con encendida elocuencia de verdadero tribuno. Entusiasta y justamente aplaudido por la Asamblea, donde no faltaban los elementos avanzados y en la cual había figurado Garibaldi, el formidable Bakunine rindió homenaje a Varela, exclamando: “Salud!, salud!, al orador americano!”. Desde ese momento, nuestro compatriota quedó consagrado con el título de “El orador de Ginebra”.

Estaba de regreso en el país cuando en las elecciones generales realizadas a objeto de restablecer el régimen constitucional, demorado al exceso por el gobierno de facto del general Flores, resultó electo diputado por Montevideo. El Dr. Emeterio Regunaga impugnó sus poderes por faltarle al candidato el tiempo legal de ciudadanía en ejercicio, pero la Cámara los aceptó como válidos.

Funcionando la legislatura, y en plena legalidad desde el 15 de febre-

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