asimismo, pues era hombre de aficiones partidistas bien definidas, que en 1871, cuando los revolucionarios blancos del coronel Timoteo Aparicio conmovían la paz de la República, como se viniera hablando de la formación de un nuevo partido — ideas y sugestiones de Carlos María Ramírez — se negó a secundar el propósito, sosteniendo que sólo existía salvación para la patria con los partidos históricos, mejorándolos y remoldeándolos.
Adicto a la fracción principista del Partido Colorado, se caracterizó por su intransigencia como opositor al gobierno personal del general Flores, y por el liberalismo de sus ideas frente al catolicismo “afortunadamente en decadencia”, según sus palabras.
En 1867, un poco por los asuntos de la barraca y otro poco por el interés de la familia “en que el hijo conociese el mundo y ampliase su cultura, ya que no había seguido estudios universitarios”, José Pedro Varela emprendió viaje a Europa, con un extenso plan de recorrida, en el mes de setiembre. Entraba en el propósito escribir correspondencias para “El Siglo”, el gran cotidiano fundado por Adolfo Vaillant, y cumplió las promesas, enviándolas de España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, únicos países que recorrió al fin.
De su paso por Europa, un capítulo merece especialísima mención, y es la visita que hizo a Víctor Hugo en el retiro de Guernesey. El inmenso poeta recibió al extranjero en su casa de Hauteville el 15 de diciembre de 1867, haciéndolo objeto de finos cumplimientos. Varela le había enviado con anticipación el manuscrito de un libro de versos. “He leido sus poesías y puedo decirle que Vd. es poeta, y no creo equivocarme en mi opinión, porque el herrero debe entender de su oficio...”, le dijo. Quería Victor Hugo que se quedara a almorzar con él y lo acompañó hasta la puerta.
Salió de Hauteville realmente embargado, pero al otro día, recapacitando, traslucía cierta desilusión al escribir en una carta a su hermana: “es grande pero no tanto”.
En Estados Unidos hizo conocimiento con el publicista argentino Domingo Faustino Sarmiento, Ministro en Washington, que entonces estaba en el pináculo de su carrera realizando una magnífica obra de pedagogo. Sarmiento fué quien lo inició en cuestiones educacionales, lo puso en contacto con los principales educadores norteamericanos, lo llevó a todos los institutos especializados, le enseñó las escuelas, lo guió en las lecturas, le marcó direcciones y lo conquistó, en fin, a tal punto, que cuando el Ministro se vino para Buenos Aires, candidato proclamado a la presidencia de la República Argentina en 1868, Varela decidió regresar con él, aprovechando el viaje para seguir escuchándolo y dialogando.
En Nueva York había hecho imprimir, el mismo año 68, bajo el título “Ecos perdidos”, su libro de poesías, por las oficinas de Appleton.