Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1265

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El prestigio que puedo dar este gobierno es transitorio. El influjo de la reforma escolar es duradero y profundo. Peso en mi conciencia ambos hechos y no tengo la menor duda de que hago a mi país mucho más bien que mal”.

Desde su punto de vista los hechos le dieron la razón: la obra, de una trascendencia tan excepcional, puede importar la absolución del hombre que en aras de ese alto ideal sacrificó todo, “hasta el apellido”, según Juan Carlos Gómez. Pero será siempre una cuestión discutible en principio.

La ley de educación común, proyectada por Varela y puesta en vigencia por decreto de 27 de agosto de 1877, previo informe de una comisión especial facultativa, vino a constituir el fundamento esencial de la Reforma. Su actuación dirigiendo la enseñanza se halla resumida en estos párrafos del Dr. Manuel Herrero y Espinosa, el primero, si no el más documentado biógrafo de Varela: “Creación de las escuelas mixtas, que fueron terriblemente combatidas, a lo que se debió que la reforma solo alcanzara a las escuelas de primera clase, mientras que Varela quería extenderlas a todas las clases y grados; organización del cuerpo docente; empleo de nuevos métodos en la enseñanza desterrando los ejercicios de memoria y aplicando el de reflexión, de lo cual se infiere la inmensa importancia de las lecciones sobre objetos; inauguración de las conferencias de maestros, con el objeto de discutir métodos pedagógicos. El resto de las reformas, como la creación de edificios para escuelas, Escuela Normal, Biblioteca del Magisterio, etc., etc., fueron ideas que no pudieron llevarse a la práctica por falta de recursos...”

A ésto debe añadirse su libro “Legislación Escolar”, donde se plantea la reforma. “La Enciclopedia de educación”, tarea de largo aliento, destinada a dar a conocer los mejores trabajos que se publicaban en el mundo sobre materia pedagógica, y dos estupendas “Memorias” donde se condensa la historia de una empresa civilizadora y cultural sin precedentes en el país, y no superada todavía.

Pero Varela, que a principios de 1877, en un accidente de caza, en Durazno, había sufrido una lesión grave del ojo derecho que lo afectó para siempre, comenzó a sentir demasiado pronto en su organismo, no precisamente robusto, las consecuencias de una labor extraordinaria y sin descanso.

Una cruel dolencia del estómago, a la que se sumaban los martirios de una terapéutica desgraciadamente inútil, llegaron a retenerlo en la cama, dándole apenas momentáneas treguas que él aprovechaba para redactar sus informes y firmar sus notas.

El 24 de octubre de 1879 falleció el Reformador, cuando no tenía sino treinta y cuatro años, perdiéndose con él uno de los ciudadanos más útiles que haya tenido la República y “una de las esperanzas más sólidas para su porvenir”.

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