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talento, sus altas condiciones de ejecutante y de compositora musical.

Dando opinión de sus versos se ha dicho con acierto que amaba bruñir la forma con morosidad de artífice. “Parnasiana en su juventud, no abandonó enteramente en la madurez el gusto de la expresión perfecta, si bien se hizo más sencilla con el tiempo”, “porque el dolor sin bálsamo, el grito en la noche, el desasimiento de todo, rehuyen la pompa”.

María Eugenia Vaz Ferreira mantuvo por largo espacio de años no sólo la prelación entre nuestras poetisas sino entre las mujeres porta-liras del continente, y sólo en la faz última de su vida un tanto desconcertante, nuevos nombres femeninos y nuevos temperamentos vinieron a interferir los resplandores de su gloria. Y ello tuvo evidente repercusión en su espíritu pletórico de emoción y de belleza, pero en inconformidad permanente.

Contradictoria y excepcional, “solitaria quien sabe por que ignorado designio, las delectaciones del arte no compensaron los fríos de su otoño”.

De no habérselo vedado su fe religiosa — piensa Garet-Mas — hubiera ido también al suicidio, en lo mejor de sus años, brillantes los ojos, sin arrugas la frente inspirada.

Falleció en Montevideo, el 20 de mayo de 1934, “después de errar al azar como una diosa en exilio”.

“Isla de los Cánticos” es una selección de todo lo escrito en su vida — que no totaliza cien páginas — libro que pensaba dar a la imprenta cuando su salud se agravó súbitamente y su hermano el Dr. Carlos Vaz Ferreira lo hizo publicar después conforme ella se lo pidió, y tal cual ella había dispuesto los originales.

El título primitivamente elegido parece que debió ser Fuego y Mármol, pero la poetisa no se decidió a publicarlo nunca ni con uno ni con otro, “en parte — palabras de su hermano — por su temperamento, el que era más grato lo imaginado que lo realizado; en parte porque le repugnaban ciertos aspectos de la publicidad”.

Asimismo, fué autora de dos piezas teatrales, “La Piedra Filosofal” y “Los Peregrinos”, comedias de las cuales la primera subió a las tablas en el teatro Solís.


VÁZQUEZ, EDUARDO

Militar, que alcanzó el grado de teniente general. Nació en Montevideo el 7 de noviembre de 1846, hijo de Juan Feliciano Vázquez y siendo muy joven fué enviado a seguir estudios en el colegio de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, donde se había formado su hermano Juan Andrés.

Alumno desaplicado, abandonó las clases, joven de 17 años, yendo a Concordia a presentarse como voluntario al coronel Enrique Castro, que en esos días reclutaba soldados

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