Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/128

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ilusionado también, abandonó el estadio de la prensa alejándose algo de la política activa.

Por los sufragios de la Unión Colorada, ingresó por tercera vez a la Cámara de Diputados en representación del departamento de Paysandú, en el periodo 1920-23.

Ministro en Portugal en la presidencia de Serrato — 11 de julio de 1924 — se le trasladó a Alemania el 22 de mayo de 1925, y el 19 de julio de 1927, el gobierno de Campisteguy lo hizo Embajador en Inglaterra, que debía ser el último cargo que desempeñara a servicio de la República.

El 11 de setiembre de 1932, una larga enfermedad puso fin en Montevideo a la vida de este ciudadano que después de haber actuado en las posiciones más elevadas y más peligrosas para la fama de un hombre público y en los puestos de máxima responsabilidad y expectativa, jamás se legó a poner en duda, por gente de buena fe, ni su honradez fundamental ni la austeridad de sus intenciones.

Su bondad y lo afable de sus maneras, exentas de falsas exterioridades, conquistaban a priori. De agudo ingenio y admirable conversación, sentía profundamente la música; siendo, él mismo, un buen ejecutante de guitarra.

Sobresaliente y sin falla como periodista, maestro de periodistas en el Río de la Plata, careció como hombre político de “los medios vicios y las medias virtudes” que suelen llevar consigo el secreto del triunfo y — vicio grave en nuestra política criolla — perteneció al grupo selecto, asimismo, de los hombres que son incapaces de experimentar odios.


BAENA, LUIS

Rico y acreditado comerciante montevideano, cuyo lamentable fin delante de un pelotón de tiradores, configura por varias circunstancias uno de los más trágicos episodios del sitio de la capital en la Guerra Grande. Era hijo de un español, Joaquín Baena y de Cipriana Anglada, de Maldonado, y poseía una importante casa de ramos generales en la esquina de 25 de Mayo y Pérez Castellano,

Preso y sometido a juicio de un tribunal militar bajo la acusación de mantener relaciones con los sitiadores oribistas, a mérito de varios papeles de su letra hallados, con otros más, en un lanchón intervenido por Garibaldi en momentos en que se hacia a la vela para el Buceo, puerto de Oribe, la comisión militar lo condenó a muerte.

Componían el Consejo de Guerra el general Ignacio Alvarez y los coroneles Anselmo Dupont y Javier Gomensoro, actuando en carácter de Fiscal el capitán Francisco Pico y en la defensa el Dr. Andrés Somellera; y aunque Baena negó los cargos y negó la autenticidad de ciertas cartas, el dictamen de los peritos

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