mos años del doctor Vázquez Acevedo fueron absorbidos por una tardía actividad política en las filas nacionalistas. Senador por Flores, renunció su banca al producirse la revolución encabezada por Aparicio Saravia en 1904 y emigrado en Buenos Aires, tuvo un puesto en el comité de guerra. Diputado por Montevideo en 1905, después del vencimiento de la revuelta, se le votó senador por San José y más tarde actuó como miembro de la Asamblea Constituyente de 1917 cuyas sesiones presidió alguna vez, presentando también un proyecto de nueva carta política estructurada por él. Al crearse el Consejo Nacional, figuró entre los miembros nacionalistas elegidos para integrarlo, con mandato que debía durar hasta febrero del año 1925, pero que no llegó a concluirlo, pues la muerte le sorprendió en la capital el 6 de julio de 1923.
VÁZQUEZ SAGASTUME, JOSÉ
Diplomático, legislador y hombre político. Había nacido en Montevideo en 1828, hijo de José Vázquez Terrada y de Ana Sagastume.
Pasó siendo joven a Buenos Aires donde estuvo casi toda la época de la Guerra Grande y donde hizo sus primeros estudios de derecho, pero reintegrado al país en 1851 les dió término en nuestra capital, recibiendo su título de doctor en Jurisprudencia en marzo de 1854.
Afiliado al Partido Blanco, fundó un tiempo después, junto con Octavio Lapido y Antonio de las Carreras, el diario “La Patria”, y fué electo diputado para la 8ª legislatura en 1858 por el departamento de Montevideo y para la 9ª en 1861, por el departamento de Tacuarembó.
En ejercicio de sus funciones parlamentarias tuvo el cargo de secretario del Dr. Florentino Castellanos en su misión especial a Buenos Aires, el 30 de octubre del 62.
Enrolado en la Guardia Nacional movilizada para combatir la revolución del general colorado Venancio Flores en 1863, ascendió hasta el grado de coronel.
Por decreto de 27 de abril de 1864, que marca el ingreso de Vázquez Sagastume en la carrera diplomática a la que iba a dedicar el resto, casi íntegro, de su existencia, el gobierno de Aguirre lo nombró Ministro de la República ante el presidente del Paraguay, Francisco Solano López.
Su exaltado partidarismo convirtió al ministro en un elemento nuevo, añadido a otros que conspiraban contra la solución pacífica de las cuestiones, compleja y envenenadas, que agitaban la política del Río de la Plata.
El historiador paraguayo Juan Silvano Godoi lo ha juzgado como un hombre funesto colocado por el destino junto a la persona del Presidente F. S. López. Exagerada o no la afirmación, es notorio que llegó a tener sobre este personaje desconfiado y difícil, un ascendiente poco común y que supo ganarse, para hacerla valer en todo su precio, la simpatía de la señora Lynch, favorita del autócrata.
