Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1293

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su familia y sus íntimos, que el pueblo no llegó a leer sino por acaso y como una curiosidad”.

En 1885, en Buenos Aires, aceptó la redacción en jefe de “La Tribuna Nacional”, órgano de la política del presidente argentino general Julio A. Roca, permaneciendo en ella hasta 1889.

Fundado por su hijo Mariano de Vedia, en 1891, el diario “Tribuna”, entregó la dirección a su padre, el cual lo mantuvo en idénticas aguas roquistas, y sólo abandonó sus tareas cuando el general dejó de figurar, militante, en el escenario político argentino.

Este prolongado período de actuación periodística como paladín de un gobierno y de una política muy discutida desde todo punto de vista, y tan malo o peor que alguno de los que sus correligionarios combatían aquí, crearon a Vedia una incómoda situación en su país, restando autoridad a su palabra. La cerrada intransigencia de algunos nacionalistas llegó al extremo de ver actos oprobiosos hasta en actitudes suyas caballerescas y nobles. Así, por ejemplo, con motivo de un telegrama enviado al Dr. Julio Herrera y Obes, candidato a la presidencia de la República, felicitándolo por su programa de gobierno, “La Democracia”, diario nacionalista montevideano, se expresaba en estos términos: “Solo quien ha marchitado sus laureles poniendo su pluma en el extranjero al servicio de un diario asalariado por gobiernos prepotentes, puede cometer el desliz que acaba de cometer el señor Vedia...”

Párrafos acerbos cuanto excesivos, si se piensa que entre los que marcaban rumbos al papel público que los formulaba no faltaban quienes, en época de Latorre, habían pertenecido al Consejo Consultivo del Dictador y habían colaborado en redactarle una ley de elecciones.

A pesar de todo, con motivo de una visita a Montevideo a principios del siglo, los amigos nacionalistas le tributaron un caluroso homenaje. Era Vedia en esos días un hombre de poblada barba y cabellos ralos completamente blancos, cuya fisonomía amable daba al mismo tiempo una impresión de robusta serenidad. No estaba vencido todavía el cuerpo alto y recio, y el defecto de un pie — siendo niño se había quemado — particularizaba su paso con cierto ritmo.

En junio de 1901, vacante la cartera de Relaciones Exteriores por renuncia del Dr. Manuel Herrero y Espinosa, el presidente Cuestas, por intermedio de nuestro representante diplomático en Buenos Aires, se la ofreció a Vedia, quien agradeciendo el honor, apresuróse a rehusarlo, alegando los compromisos que lo retenían obligadamente en la otra banda. En ocasión de un viaje a Asunción del Paraguay, en 1898, se agasajó cordialmente al antiguo redactor paraguayófilo de “La América”. En su última época, Agustín de Vedia formaba parte de la redacción

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