Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1302

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le promovió a coronel graduado con fecha 5 de octubre del año 28.

Creada nuestra República, recibió orden de entrar en Montevideo con el Escuadrón de Guías, y así lo hizo el 27 de abril, tres días antes de la fecha en que debían efectuarlo las autoridades patrias.

Edecán de Gobierno en la primera presidencia de Rivera el 1° de agosto de 1831, el presidente Oribe, que sucedió a éste, lo mantuvo en el puesto hasta el año 35, en que Velazco vióse incluido en la reforma militar que entraba en vigencia.

Triunfante en 1838 la “revolución constitucional”, el general Rivera, a quien había acompañado en su campaña, lo hizo dar de alta en el ejército con grado de coronel, y en la guerra contra Rosas, que se produjo casi en seguida, al crearse el 9 de marzo del 39 un batallón de trescientas plazas compuesto de pardos y morenos que se denominaría 2° de línea, Velazco recibió el mando de la nueva unidad. De ésta pasó, el 25 de noviembre siguiente, a ser jefe del Fuerte de San José.

El 17 de noviembre de 1840, siendo indispensable organizar la Guardia Nacional de infantería de la capital, se le encargó de esa tarea con facultad de proponer los oficiales necesarios. Hasta el 4 de febrero de 1843 se mantuvo en ese cargo, del que fué separado por decreto de esa fecha, donde se reconocía por el gobierno la importancia de sus servicios, que serían apreciados en oportunidad, como sucedió efectivamente, al ser nombrado miembro de la Comisión Militar el 14 de mayo.

Jefe del batallón de cazadores N° 2 en mayo del 46, mantuvo el destino hasta setiembre del 47, en que por enfermedad se vió en la precisión de abandonarlo.

En los últimos días de la Defensa, el 3 de octubre de 1851, sustituyó al fallecido general Manuel Correa en la Capitanía del Puerto de Montevideo, desempeñándola hasta que la revolución conservadora de 1855 puso en su lugar a Benito Chain, el 30 de agosto.

La presidencia de Pereira le restituyó en el cargo por decreto de 7 de agosto del 56, y le confirió varias comisiones de honor. Gabriel Pereira quiso llamar a su lado y los llamó, a muchos antiguos correligionarios, entre ellos una porción de viejos y conspicuos servidores de la patria, pues él mismo había ido al gobierno por esos títulos. La camarilla de la cual fué juguete en su decadencia, nunca hizo cuestión de esas cosas, mientras los veteranos y las antiguas figuras estuvieran en su rol decorativo sin sospechas políticas.

Llegado este caso la cuestión era distinta, y así sucedió cuando los antecedentes partidarios del coronel Velazco parecieron incompatibles con su cargo, en momentos en que la revolución colorada del general César Díaz conmovía al país. Pereira, que seguramente no participaba de estas desconfianzas, pero sin energía para contradecir a sus ministros y consejeros, permitió que Velazco fuera re-

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