Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1304

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Afamado por su hábil mano, Ángel Justiniano Carranza le encomendó, desde Buenos Aires, la hermosa medalla acuñada con motivo del natalicio de San Martín.

Ensayó con éxito, asimismo, la fabricación de esmaltes, empleando de preferencia elementos de origen nacional, algunos de los cuales fueron premiados en la Exposición de Paysandú en 1880.

Lo protegió un tiempo su pariente el obispo y había conseguido ya cierta independencia en sus trabajos cuando, averiguado por monseñor que el artista se había hecho masón, las relaciones quedaron interrumpidas para siempre.

Retirado de toda actividad artística y absolutamente sordo, falleció Vera en Montevideo el 19 de julio de 1918.


VERA, JACINTO

Vicario Apostólico de Montevideo y primer Obispo de la República, nacido en Desterro, Santa Catalina, Brasil, el 3 de julio de 1813. Sus padres, Gerardo Vera y Josefa Durán, eran emigrantes canarios que habían hecho estación en aquella ciudad, viniendo de viaje para nuestra capital.

La permanencia de la pareja en límites del territorio brasileño prolongóse, sin embargo, por dos años, al fin de los cuales desembarcó en Maldonado, donde arrendaron una chacra poniéndose a trabajar en seguida, y después pasaron a residir en Toledo, a inmediaciones de Montevideo.

Como el joven Jacinto, que participaba en las tareas de sus padres, se sintiera atraído por el servicio de la Iglesia, el presbítero Lázaro Gadea, vecino de su casa, le dió las primeras lecciones de lengua latina, y más tarde fué quien certificó su contracción al estudio y su inclinación a las disciplinas religiosas.

Reclutado para servicio militar por la misma época, sirvió algunos meses en el ejército del general Manuel Oribe, pero éste, en conocimiento de la vocación sacerdotal de su modesto soldado, le concedió la baja.

Restablecidos los jesuítas por el gobernador de Buenos Aires en 1836, tenían abierto en la capital porteña el colegio de San Ignacio, y allí obtuvo, por influencias, la admisión gratuita de Jacinto Vera como alumno externo. Pronto se distinguió entre sus compañeros, obteniendo elevadas clasificaciones. Vióse impedido de continuar la carrera sin embargo, porque recién empezados los cursos del año 41, Rosas, que en su ignorancia había admitido a los jesuítas pensando que iba a utilizarlos conforme a sus nefastos planes políticos, se encontró con que los recién venidos no eran religiosos de aquellos que el tirano pudiese llevarse por delante como a tantos otros, y que antes al contrario, eran capaces de enfrentarlo conforme lo hicieron. En ese entendido, prin-

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