Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1306

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el 12 de diciembre del 59, se le concediera el “placet”. Con fecha 13 del mismo mes se dió el respectivo decreto, con salvedades que afirmaban el derecho de Patronato.

En seguida de posesionarse del Vicariato, dando muestras de su actividad, principió las misiones a los departamentos de campaña, en abril de 1860, e inició los trabajos para la formación de un clero nacional, enviando a estudiar a Santa Fé (R. A.), a seis jóvenes seminaristas.

Los jesuítas expulsados por Rosas habían establecido un seminario en Santa Lucía, pero a poco andar, sus tendencias absorbentes y la indiscreción de sus oradores, los puso en conflicto con el Poder Ejecutivo, y lo mismo que había acontecido en Buenos Aires, el gobierno de Pereira los expulsó de la República por decreto de 26 de enero de 1859.

El celo regalista de Pereira no se aminoró en el gobierno de Bernardo P. Berro, inaugurado en 1860 y antes bien, el nuevo Presidente, más vigilante que su antecesor, lo aventajaba en rigidez de carácter y espíritu de mando, en tipo muy semejante al del Vicario Apostólico, igualmente celoso de sus fueros, poco dúctil y acostumbrado a que lo obedecieran.

La exoneración del presbítero J. J. Brid, cura rector de la Matriz de Montevideo, dispuesta por Vera pero observada por el gobierno a causa de entender que ello requería previa consulta y conformidad de éste, fué causa, en setiembre de 1861, del llamado Conflicto Eclesiástico, que iba a alterar las buenas relaciones entre el Ejecutivo y la iglesia católica.

Después de un animado cambio de notas y de incidencias movidas en que ambas partes rivalizaron en intransigencia, Berro, en consejo general de Ministros, decretó con fecha 7 de octubre de 1862 “el extrañamiento de los señores presbíteros Conde y Jacinto Vera fuera del territorio de la República”, lo que debía efectuarse en el día. Las puertas de la Curia Eclesiástica fueron cerradas y lacradas por las autoridades y Vera respondió declarando en interdicto la Iglesia Matriz. La policía se encargó de conducirlo al vapor que debía llevarlo a Buenos Aires, donde se hospedó en el convento de San Francisco.

Plenamente aprobada su conducta por la sede romana, se mantuvo en el extranjero a expectativa de los sucesos.

Desde abril de 1863 la República viose conmovida por un movimiento revolucionario que el general Venancio Flores encabezaba, y este caudillo, cuyo catolicismo era notorio, explotó hábilmente el conflicto religioso en favor de su causa, haciéndose aparecer como defensor del desterrado Vicario.

Berro, comprendiendo hasta dónde podía ser peligroso el auxilio del elemento clerical al jefe revolucionario o la explotación sectaria en contra de su gobierno, procuró entrar en un entendimiento con Vera, inter-

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