Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1307

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mediando como agente confidencial el Dr. Florentino Castellanos, el cual logró éxito, llegando a concertar un arreglo con el Delegado Apostólico.

Grande debió ser la violencia del presidente Berro, obligado a capitular por la fuerza de circunstancias extraordinarias, si juzgamos por los términos del decreto, enmascarado y sin nombres propios, de 22 de agosto de 1863, en que se levanta el destierro a Vera: “Estando arreglada la cuestión eclesiástica y habiendo por consiguiente cesado las causales que motivaron el extrañamiento prescripto por el artículo 1º del decreto de 7 de octubre del año ppdo., el Presidente de la República acuerda y decreta: Artículo 19. Declárase sin efecto la disposición del artículo citado. Art. 2º Publíquese, etc. — Berro. — Silvestre Sienra.”

El Vicario, que regresó en seguida a Montevideo — cuando ya iba a cumplirse un año de destierro — fué objeto de una verdadera ovación por parte de sus feligreses, y el Papa, premiando su celo, le otorgó el título de Prelado Doméstico de su Santidad.

Preconizado Obispo de Megara “in partibus infidelium” en 1864, el año 67 realizó un viaje a Roma y dos años más tarde volvió para asistir al Concilio Ecuménico del Vaticano, que inauguraba sus sesiones el 8 de diciembre de 1869 y donde añadió su voto al de la mayoría, a favor de los dogmas de la Infalibilidad y de la Inmaculada Concepción.

Hallándose en Roma de vuelta de un viaje a Palestina, fué testigo de la toma de la ciudad por las tropas italianas el 20 de setiembre de 1870, con el alma lacerada — según uno de sus biógrafos — por la ingratitud de que era objeto el bondadoso Pío IX. En aquellos momentos de efervescencia bélica, el Vicario de Montevideo, que era hombre valiente, se animó a marchar a pie, por las calles, para ir a ponerse a las órdenes del Papa.

A su retorno al país en enero del 71, como lo hallara convulsionado por la revolución de Aparicio, intervino en arreglos de paz que por desgracia resultaron ineficaces, frustrándose la misión precisamente en vísperas de la sangrienta batalla de Manantiales.

En 1878, en la dictadura del coronel Lorenzo Latorre, los trabajos — que arrancaban de tiempo atrás — para convertir en Diócesis el vicariato de Montevideo, tuvieron culminación favorable. El Gobernador, a los efectos del caso, había enviado a Roma en misión especial al vicario general Inocencio M. Yéregui, a fin de que ajustase los ofrecimientos, obtenciones y garantías, merced a los que el gobierno del Uruguay lograba la concesión pontificia.

De acuerdo en todo, el Papa León XIII erigió la diócesis de Montevideo con absoluta independencia de la de Buenos Aires y en directa relación con la Santa Sede, El 8 de enero de 1879, Monseñor Vera, convertido en primer Obispo de la República, prestó juramento civil ante el Dr. Gual-

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