Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1323

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tituyó la reforma constitucional de 1917. Había visto la primera luz en la ciudad de Salto el 8 de noviembre de 1872, hijo del que más tarde llegaría a ser general Feliciano Viera.

Luego de hechos sus cursos elementales cursó preparatorios en el Instituto Politécnico, importante colegio habilitado en la capital litoral y, bachiller en 1893, ingresó a la Facultad de Derecho de Montevideo mientras servía un modesto empleo público, para graduarse de abogado en el año 1896, con una tesis sobre “Libertad de reunión y asociación”. Este trabajo, no desprovisto de mérito, está incluído entre los capítulos complementarios de las “Conferencias de Derecho Constitucional” dictadas por Carlos María Ramirez en 1871, que el profesor de la asignatura, Dr. Justo Cubiló, reunió en un volumen en 1897.

Se había establecido con estudio de abogado en el Salto, cuando el presidente del Senado, Juan Lindolfo Cuestas, se declaró dictador el 10 de febrero de 1898. El coronel Feliciano Viera era entonces uno de los jefes que apoyaban el nuevo estado de cosas y el mandatario de facto, para asegurarse más su adhesión, incluyó al Dr. Viera, con el N° 52, entre los 58 miembros colorados del Consejo de Estado instituído para hacer las veces de cuerpo legislativo. Estuvo en el Consejo hasta el 8 de agosto, fecha en que fué a ocupar la jefatura política y de policía del departamento de Artigas, y servía ese puesto cuando, restablecido en 1899 el orden constitucional, se le incluyó entre los diputados por Salto que ingresaban a la cámara, en el simulacro eleccionario denominado Acuerdo Electoral.

Finalizado su mandato fué reelecto para una banca salteña en los períodos de 1902-05, 1905-08, pero este último no llegó a cumplirlo, pues ingresó al Senado por el departamento de Rivera para el sexenio 1907 13, siendo electo en seguida para presidirlo.

Adicto, dentro de los grupos gubernistas, a la fracción que respondía a su antiguo amigo José Batlle y Ordóñez, intervino activamente en las luchas políticas, servido por una vocación natural y una exterioridad afable, que lo hacía especialmente apto para los menudos cabildeos y las combinaciones de comité.

En los días de la revolución nacionalista de 1904 tuvo a sus órdenes el 9° batallón de Guardias Nacionales de la capital, y a la época de su entrada al Senado era hombre de cierta cotización. Carente de antecedentes parlamentarios que lo distinguieran, pues no obstante su innegable inteligencia, ni era orador ni era laborioso, unía Viera a sus dotes de político hábil una probada fidelidad a sus compañeros de partido, por cuya suerte y circunstancias miró preocupado en cualquier tiempo y, sobre todo, en los adversos; virtud rara en los hombres políticos, fué la base más segura del prestigio que Viera llegó a tener en el país.

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