Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/150

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sin sobresaltos su término de mando y se desentendió, egoísta, del futuro próximo.

Batlle, que en esos momentos contaba con la mayor opinión partidaria, se decidió a tomar en sus manos la bandera del partido, afrontando la lucha en el terreno a que todos la habían traído, y bajo ese aspecto su nombre para suceder a Cuestas apareció en el cartel, mientras el nacionalismo lo declaraba “candidato de guerra” y en combinación secreta con Cuestas se empeñaba en cerrarle el camino a la presidencia.

Resultó electo a pesar de todo presidente constitucional para el cuadrienio 1903-07, logrando unir a la mayoría colorada necesaria los votos de un grupo de legisladores nacionalistas que sufragaron por él, desentendiéndose de las resoluciones del Directorio de su partido, pues reconocían en Batlle y Ordóñez un ciudadano poseedor de las cualidades y los méritos suficientes para gobernar el país.

Al otro día de electo, el Partido Nacionalista, con Aparicio Saravia, su jefe militar a la cabeza, se alzaba en armas en toda la República. Por gran fortuna para el nuevo Presidente, pudo evitarse la conflagración merced a un acuerdo que aumentaba la situación precaria a que la Paz de Setiembre tenía reducidas las facultades de gobierno del poder ejecutivo. La paz de Nico Pérez — según se denominó la paz de 22 de marzo de 1903 — era en realidad la última tregua, que no pudo estirarse ni a un año, puesto que el 12 de enero de 1904, la guerra civil estalló por pretextos fútiles pero como algo fatal, inevitable, considerando el rumbo que habían tomado las cosas desde la pacificación del 97.

El presidente Batlle hizo cara a la hacha — hondamente herido por la injusticia del ataque — pero dispuesto a llevarla hasta el último extremo, poniendo fin al régimen de dualismo gubernamental que él mismo había contribuido a establecer y que ahora venía a hacerle imposible el gobierno.

La guerra civil prolongóse hasta el segundo semestre del año, y es difícil adelantar palabra acerca del tiempo que habría durado, después de reñirse las jornadas sangrientas de Illescas, Mansevillagra, Fray Marcos, Tupambaé, Guayabos, etc., a no mediar una circunstancia fortuita. El 1° de setiembre, libróse en los campos de Masoller, sobre la frontera del Brasil, una gran batalla entre el ejército del Norte y el del caudillo nacionalista Aparicio Saravia, y éste, mortalmente herido, falleció poco después en Río Grande.

Falto de su prestigioso jefe, el movimiento revolucionario entró en rápida declinación y veinticuatro días más tarde se pudo firmar en Aceguá el acuerdo que restablecía la paz.

Presidente en la integridad de sus funciones constitucionales desde entonces, Batlle y Ordóñez dirigió sus esfuerzos a convertir el partido colorado en una gran fuerza, eficaz

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