Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/160

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general Rivera, de quien era ayudante, le pidió que acompañara a su sobrino Bernabé, del cual era íntimo amigo. Así lo hizo, por tal solicitud y como su última campaña, que vino a resultar trágicamente cierta.

Según tradición que recogió Acuña de Figueroa en su Epicedio, Bazán recibió el primer golpe fatal mientras cubría a su coronel de las lanzas de los indios.

En el año 1835 se trasladaron sus restos y los de Bernabé Rivera y Roque Viera al Cementerio Central de Montevideo, donde una modesta placa recuerda su memoria.


BEHETY, MATÍAS

Poeta, cuya muerte ocurrió en Buenos Aires, en edad temprana y “cuya vida — según palabras de Juan de Cruz Ocampo — fué breve y ardiente como una aurora de estío”.

Los primeros años de su existencia los pasó en Montevideo donde sus padres, franceses ambos, se habían casado el 10 de noviembre de 1844.

Matías vino al mundo en nuestra capital el 18 de mayo de 1849, hijo de Félix Behety y María Chapital. Las respectivas partidas obran en los registros de la Catedral, libro 9° de Matrimonios fs. 11 vta. y libro 26 de Bautismos fs. 170 vta., y si contra lo corriente se consigna aquí esta cantidad de datos, ello se debe a que habiéndose controvertido alguna vez la nacionalidad del dulce y desdichado Behety, conviene dejar dilucidado el punto de modo definitivo.

Pasó a vivir en Concepción del Uruguay, siendo alumno de su histórico colegio y luego fué a Buenos Aires, donde cursó estudios de derecho y estuvo adscripto al estudio del Dr. Manuel Quintana. Su talento y sus versos le ganaron allí una precoz nombradía literaria que diseñaba el más bello futuro.

Un episodio de amor — el eterno y doloroso episodio mejor dicho — quebró sin embargo el eje de su vida. Enamorado de María Lamberti, hermana del renombrado poeta Antonino, íntimo amigo suyo, la joven fué arrebatada por una rápida enfermedad y Matías Behety, “desvanecidos sus sueños de amor y de esperanza”, presa de amargo escepticismo, pidió consuelo al alcohol, que debía concluir aprisionándolo igual que a Poe.

Miembro de la Comisión Popular formada en Buenos Aires durante la pavorosa epidemia de fiebre amarilla del año 71, los sentimientos de deber y de solidaridad humana lo volvieron un tanto al carril de la vida y llegó a reanudar tareas de pluma en la redacción de “El Nacional” y “El Plata”.

El trabajo cotidiano obrando a modo de tónico y el cariñoso empeño de sus amigos iban en camino de rescatarlo de la triste bohemia de sus días sin sol, cuando el cuerpo — el debilitado cuerpo de un hombre endeble de natural por afección a las vértebras — no resistió más.

Hospitalizado en La Plata, falleció el año 1885.

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