Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/17

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país, si se tiene en cuenta el fracaso de su propaganda partidista y otra vez en la Argentina, luego de una corta residencia en La Plata, trasladóse a la localidad de Florencio Varela, en la provincia de Buenos Aires, donde fue Inspector de Escuelas.

Una rápida presencia en el estadio de la prensa uruguaya en el gobierno de Tajes, escribiendo en “La Época”, había pasado casi desapercibida.

En 1895, sus correligionarios fueron a buscarlo en su retiro para ofrecerle la dirección de “El Nacional”, que acepto. Lo precedía una gran reputación como hombre de letras, hija — sobre todo — de las notables novelas históricas que habían seguido a “Brenda”, su primer ensayo, y que tenían por títulos “Ismael” (1888) y “Nativa” (1889), aparecidas como folletín en diarios de Buenos Aires y luego llevadas al libro; “Grito de Gloria”, publicada en 1893 en La Plata y el romance campesino “Soledad”, “casi poema en prosa”.

Tornaba Acevedo Díaz a la República en un momento especialmente preparado para que una propaganda de ardiente tono partidista, empapada de tradicionalismo histórico y de oposición sistemática y ruda, galvanizara el espíritu de las masas nacionalistas, convenciéndolas de la fuerza que podían significar enderezadas a la acción directa, en una diaria prédica que fuese a la vez de permanente desprestigio — en todo sentido — para el gobierno y para el Partido Colorado, que Acevedo Díaz involucraba — más o menos íntegro — en la denominación infamante de gavilla.

El hombre capaz de emprenderla era lo que faltaba, y ese hombre fue el director de “El Nacional”, que al cabo de dos años de campaña franca y abiertamente revolucionaria, tolerada por el gobierno de Idiarte Borda, estrictamente ceñido a la ley, se tradujo al fin en el movimiento armado de marzo de 1897, cuyos jefes fueron Aparicio Saravia y Diego Lamas y en el cual participo personalmente el periodista.

La revolución — muerto violentamente el presidente Idiarte Borda el 25 de agosto — halló término con la paz de setiembre de 1897, que le aseguraba al Partido Nacionalista importantes posiciones políticas y una participación efectiva en el gobierno de la República. Acevedo Díaz, desde su tribuna periodística, perfiló entonces una figura de caudillo civil, con un arrastre popular que certificaban las reuniones partidarias donde — lo mismo en la capital que en los departamentos — hacía vibrar de entusiasmo a los correligionarios con su elocuencia encendida y retumbante.

Después de hecha la paz surgió la lucha contra lo que se llamaba el régimen colectivista y el gobierno dictatorial de Juan L. Cuestas, que el Partido Nacionalista propició y sostuvo de consuno con una fracción del Partido Colorado y en cuyo gobierno el director de “El Nacional” aceptó un puesto en el Consejo de