Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/171

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defeccionando banderas, puso su valerosa espada a servicio del general Manuel Oribe, el enemigo de la víspera.

Benítez aparece desde entonces en las líneas sitiadoras de Montevideo como oficial de la escolta de Núñez y, después que éste fué mortalmente herido en el combate de la falda del Cerro en marzo de 1844, pasó en abril del mismo año al Escuadrón Escolta Restauradora a órdenes del comandante Pedro Piñeyrúa. Transferido más tarde al departamento de la Colonia con la misma unidad, allí tuvo por jefe al coronel Lucas Moreno en el último período de la Guerra Grande, alcanzando al grado de sargento mayor, en 1851.

Cuando Urquiza, pronunciado contra el tirano de Buenos Aires, invadió la República para destruir el poder militar del general Oribe aliado de Rosas, Benítez se excusó de servir a órdenes de su comprovinciano, alegando que sus heridas le impedían montar a caballo. Urquiza, ardiendo en cólera, le habría respondido: “Bueno, retírese no más... pero tenga entendido que en Entre Ríos yo hacía curar esas heridas con cuatro tiros”.

En esa situación de interdicto, Benítez apresuróse a escapar a Buenos Aires en la primera oportunidad, para sumarse a las filas rosistas. Allí se le reconoció como teniente coronel argentino y tuvo mando de fuerzas en la batalla de Caseros, donde la tiranía encontró la tumba el 3 de febrero de 1852.

Intervino luego en las contiendas civiles de su país, pero encontrábase de nuevo en el nuestro, cuando a fines de 1853, el levantamiento del Partido Blanco en defensa de la autoridad legal del presidente Giró, le proporcionó ocasión de tomar las armas junto a sus compañeros del Cerrito.

Operando en el departamento de Colonia, el Triunviro coronel Venancio Flores lo alcanzó en el Sauce, el 9 de diciembre, haciéndole porción de bajas y tomándole prisioneros.

En 1856, proscrito en Argentina y hallándose emigrado en Montevideo, organizó en compañía de varios antiguos militares una expedición revolucionaria contra el gobierno de Buenos Aires, la cual, zarpando secretamente de Punta Carretas el 13 de enero, pudo tomar tierra en los alrededores de Zárate, en la costa bonaerense, el día 27, luego de una recalada en la boca de San Juan, departamento de Colonia, del 14 al 17, para recibir más hombres y más armas. Formaban entre los invasores además de Benítez, los coroneles Gerónimo Costa y Ramón Bustos. Una vez desembarcados se separaron, internándose en pequeños grupos por distintos rumbos y logrando algunas incorporaciones.

Las fuerzas gubernistas consiguieron darles alcance, sin embargo, pues no sólo el plan de los revolucionarios estaba descubierto, sino que el gobierno de Buenos Aires había dado contra ellos órdenes de un rigor inaudito, las que se cumplieron al

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