Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/173

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500 jinetes, estimando sus pérdidas en 262 hombres entre muertos, heridos y prisioneros, la resistencia de los patriotas estuvo por encima de toda ponderación. Escapado personalmente del desastre, Berdún pudo reunir todavía, en corto plazo, numerosos hombres de armas, al frente de los cuales vino hacia el sur para incorporarse al coronel Andrés Latorre. Este jefe, tan valeroso como infortunado, experimentó una terrible derrota el 4 de enero de 1817 en campos de Catalán, en tierras del actual departamento de Artigas, y el Marqués de Alegrete, Capitán General de la Provincia de Río Grande accidentalmente en el ejército del general Curado, fué testigo de la heroica hucha en que por parte nuestra se perdieron 1.200 hombres incluyendo 27 oficiales, una bandera, las dos únicas piezas de cañón y más de 6.000 caballos. El desastre de Catalán constituyó, con razón, un día negro para la causa nacional.

Herido de bala en el entrevero, no es exacta, sin embargo, la aseveración de que los portugueses tomaran prisionero a Berdún después de una lucha cuerpo a cuerpo, pues el coronel recién cayó en manos de sus enemigos el 15 setiembre, sorprendido por Bentos Manuel Ribeiro en el pueblo de Belén. El vencedor, careciendo de fuerzas para escoltar a todos los prisioneros, limitóse a remitir al campo de Curado al coronel Berdún y al teniente coronel Pedro Mosquera, con siete oficiales y ochenta hombres más entre clases soldados.

Berdún fué conducido hasta Porto Alegre a donde llegó el día 19 de octubre, para luego embarcarlo rumbo a Río Janeiro. Su cautividad en el Imperio, en uno u otro recinto fortificado, prolongóse por cuatro años, y recién en junio de 1821 se sabe de su arribo a Buenos Aires, con ánimo de fijar residencia en Entre Ríos, a donde efectivamente pasó, para trasladarse después a Paysandú, y vivir allí sin ser incomodado, como vivían en la provincia anexada, porción de antiguos jefes de la época artiguista.

El gobernador Lecor, que vigilaba atento a los que entre éstos eran tenidos por más difíciles y sospechosos, concluyó por extrañarlo temporalmente de la Cisplatina. A la hora en que se produjo el levantamiento general contra el extranjero, si bien no prestó servicio militar en las huestes arrasadas, colaboró eficaz mente desde la banda argentina, donde su amistad con el Gobernador de Santa Fé, Estanislao López, fué utilizada a favor de la expedición del general Rivera a las misiones.

Hecha la patria, la República fué ingrata con este probado servidor de los primeros días que, a su desamparada vejez, hallóse excluido de los premios de que disfrutaban los guerreros de la independencia, por una restricción inexplicable de la ley que los instituía.

Atacado de una dolencia crónica el rigor de la dura necesidad lo llevó a refugiarse en una casa de beneficiante, falleciendo en el Hospital de Caridad de Montevideo, el 30 de enero de 1838.

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