Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/188

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que integran la larga bibliografía pedagógica del distinguido profesor, cuya influencia alcanzó a ser decisiva en las reformas educacionales argentinas, cuando pasó a residir en su país natal.

Interesado por la historia, fué autor del Bosquejo Histórico de la República O. del Uruguay, opúsculo que aumentado después en sucesivas ediciones, llegó a ser en la 4ª edición de 1893, un volumen de más de 700 páginas que, por su plan y por las materias que abarca difería considerablemente de las anteriores.

El libro, que llega desde los descubrimientos hasta 1830, fué uno de los más discutidos en nuestro ambiente. Animado por el espíritu antiartiguista del ultrario en la primera edición, el autor perseveró en su tesis, ahondando en ella sin reparar el curso de las nuevas investigaciones, de modo que cuando llegó la hora de la revisión del proceso, para que la justicia hablara donde hasta entonces sólo había hablado la pasión, el Compendio cayó envuelto en el fallo condenatorio.

Su historia, proscripta de la enseñanza en la reacción artiguista del tiempo de Santos, llegó a ser literalmente perseguida, y en 1382 fué objeto de una brillante impugnación por parte de Carlos María Ramirez, en su “Juicio Crítico del Bosquejo”, publicado en Buenos Aires. Berra respondió el mismo año con una Defensa Documentada en que intentaba defender su verdad “en aras de la verdad misma, sin sentimientos patrioteros ni vanas idolatrías históricas”, Inútil empeño, pues existe cosa juzgada al respecto.

El Bosquejo, que a estas horas es nada más que una curiosidad bibliográfica, constituyó, no obstante su equivocado criterio en el caso Artigas, el primer ensayo de un texto escolar de historia uruguaya seriamente planeado y desarrollado con método científico.

En el año 1894 Berra se ausentó de Montevideo para radicarse en la capital porteña, su tierra de cuna y aunque su salud hallábase resentida por una dolencia al estómago que le obligaba a observar regímenes severos, pudo vivir todavía doce años sirviendo a la causa de la educación popular.

En tal servicio lo alcanzó la muerte el 13 de marzo de 1906.


BERRO, ADOLFO Tiburcio

Poeta, muerto muy joven, cuya desaparición significó tal duelo para sus contemporáneos —considerado como una de las grandes esperanzas de su generación — que una Asamblea de la Juventud Oriental le decretó un sepulcro a su memoria.

Nacido en Montevideo el 9 de agosto de 1819, fué el último vástago de la pareja Pedro Francisco Berro y Juana Larrañaga, circunstancia que pudo influir tal vez en su constitución física siempre endeble.

Cuando llegó el momento de empezar los estudios superiores des-

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