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1° de la policía provincial, desde el 24 de noviembre del mismo año hasta la conclusión de la guerra. Entonces alejóse de todo cargo o función pública, resuelto a consagrarse a tareas rurales en la estancia que su padre poseía en Casupá departamento actual de Minas. Allí estuvo hasta 1832, fecha en que viene a Montevideo para figurar dirigiendo o redactando periódicos como “La Diablada”, opositores al gobierno del general Rivera y a sus principales colaboradores, escritos en estilo descomedido y con ataques personalísimos, hojas efímeras, algunas de las cuales sólo alcanzaron a tirar cinco o seis números.

Prestó apoyo a la sublevación anárquica de Lavalleja del 5 de julio, por odio a Rivera. Cuando este general enarboló bandera revolucionaria contra el presidente general Manuel Oribe en 1836, se puso a órdenes del Gobierno. El 30 de enero de 1836 se le había nombrado teniente 1° de la 1° compañía del 3er Escuadrón de Guardias Nacionales de San José, tocándole hallarse en la batalla de Carpintería, librada el 19 de setiembre.

Diputado por el departamento de Maldonado para la 3ª legislatura elegida en noviembre de 1836, sindicóse Berro como apasionado partidista, siendo él quien sostuvo la fórmula, radicalísima, por la cual las cámaras declaraban que el traidor Rivera y su inicuo bando quedaban sujetos, para siempre, al anatema de muerte que la patria ultrajada pronunciaba contra sus personas, y que se proclamaría benemérito de la patria a todo el que contribuyese al exterminio de tales malvados.

Era por esa época un destacado elemento intelectual, que integraba la Comisión Censora de Teatros y la de Biblioteca y Museo.

Cultor de las letras, se citan entre sus producciones poéticas una Oda a la Providencia y — en escala superior — algunos trozos de su “Epístola a Dionicio”, pequeño poema de género bucólico, que puede leerse en el álbum de versos colectado por Alejandro Magariños Cervantes en 1878.

Disueltas las cámaras a hora del triunfo de la revolución riverista en octubre de 1888, retornó a sus haciendas de Casupá, para alternar la vigilancia de las faenas camperas con el cultivo de las letras y las aficiones de naturalista adquiridas al lado de Larrañaga.

Los años 42 y 43 los pasó en Río Janeiro acompañando a una hermana enferma que inútilmente buscaba alivio en un cambio de clima, volviendo a la patria cuando Oribe ya había puesto sitio a Montevideo.

Presente en el campo del Cerrito, colaboró en “El Defensor de la Independencia Americana” y por decreto de 11 de noviembre de 1844 fué nombrado Juez de lo Civil y Criminal en primera instancia, pasando luego a ser miembro del Tribunal cuando éste hallóse organizado el 12 de marzo de 1845.

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