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En la ocasión que el general Oribe dispuso resucitar como entidad legal en ese mismo año 45, las cámaras disueltas en 1838 y cuyo término hallábase concluido hacía un lustro, Berro asistió a las sesiones de aquel seudo-parlamento con su mandato de representante electo para el trienio 37-40.

Ministro de Gobierno el 27 de noviembre de 1845, reteniendo su cargo en el Tribunal, se mantuvo en el puesto hasta la conclusión de la Guerra Grande en octubre de 1851.

Su preparación y sus aptitudes para la función pública habían quedado de manifiesto en los casi seis años de actuación en el Cerrito en una secretaría tan compleja y tan recargada de problemas y trabajo. De este punto de vista, seguramente, debió ser un gran factor en la marcha administrativa del gobierno de Oribe, pero es indudable también que su influencia política fué nula y que se estrelló siempre contra la voluntad del titulado presidente, inaccesible, en su obsecación extraviada, a la solución nacional que por tantas partes se anhelaba.

Un cargo formulado como el más grave contra Berro en funciones de Ministro del gobierno del Cerrito, ha sido, seguramente, la parte que le cabe en la aplicación y vigencia de la inicua ley que confiscaba los bienes del enemigo para adjudicárselos a sus partidarios, conforme a la voluntad del general Oribe. A este respecto conviene subrayar las anteriores palabras de aplicación y vigencia, pues esa es la intervención que cupo al ministro Berro. La ley, obra del enconado doctor Villademoros, tiene fecha 28 de julio de 1845 y aquél no integró el gabinete hasta el 25 de noviembre del mismo año.

Tuvo participación en las negociaciones de la paz de 8 de octubre, pero a pretexto de que no deseaba aparecer como adulador de Urquiza, se negó a saludarlo siquiera y si saludó al general Garzón, lo hizo con la salvedad expresa de que saludaba al viejo amigo de la época de la independencia y de las luchas antiriveristas. Parecería deducirse de estas actitudes, más bien la acritud de un oribista vencido y despechado, que el franco regocijo de un ciudadano que se decía campeón de la fraternidad nacional.

Senador por Minas al constituirse la legislatura en 1852, resultó electo para presidir el Senado, por resignación legal de Joaquín Suárez, hasta el 1° de marzo. En ese interinato fué entregada a las autoridades argentinas la isla de Martín García, parte integrante del territorio nacional, que se había reivindicado por las armas en la guerra contra Rosas. Acto largamente discutido, parece que Berro entendió que con su apresuramiento ganaría para el futuro presidente Juan F. Giró, las simpatías de Urquiza, el poderoso general entrerriano.

Con motivo del viaje que el nuevo gobernante emprendió por los departamentos de la República, tuvo a cargo suyo el Poder Ejecutivo desde

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