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el 28 de octubre de 1852 al 12 de enero de 1853, fecha del regreso de Giró.

El 4 de julio de 1853 fué llamado por éste para desempeñar funciones de ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, puesto que mantuvo hasta que el movimiento revolucionario del 18 de julio colocó al gobernante en la necesidad de hacer abandono del mando para refugiarse en la Legación de Francia, donde Berro fué a reunírsele.

Desde este asilo, después de protestar en un manifiesto, que ambos continuaban con su investidura legal, creyeron posible ejercerla también en los hechos y — en esa inteligencia — en la Legación fueron extendidos nombramientos militares y redactadas circulares políticas, y se colocó la Aduana bajo la protección de los agentes de Francia; pero como estas medidas no hallasen el eco que los asilados esperaban, dejaron la Legación el 29 de setiembre.

La actitud indecisa de Giró, anciano apocado de ánimo, convirtió a Berro en la cabeza visible del movimiento de reacción contra el Triunvirato constituído en Montevideo. El gobierno, provisoriamente a cargo del general César Díaz, expidió el decreto de 12 de diciembre por el cual — con lamentable extravió injustificable — cualquier autoridad podía proceder a la aprehensión de Bernardo P. Berro y pasarlo por las armas sin más requisito que justificar su identidad, pero Berro no pudo ser habido y permaneció oculto hasta la derogación del brutal acuerdo.

Un movimiento del Partido Blanco en favor del gobierno caído, cuya jefatura militar correspondió al coronel Dionisio Coronel, fué vencido y después de los sucesos Berro se dió activamente a la política, manifestando ideas fusionistas en un folleto publicado en 1855, e interviniendo en la Unión Liberal, agrupación accidental fracasada a poco le constituirse.

Salió senador por Maldonado en 1856 — en la presidencia de Gabriel A. Pereira, donde sin haber contado con la voluntad de este mal gobernante, la influencia de su amigo el coronel Bernardino Olid proporcionóle el triunfo.

Al término del mandato constitucional de Pereira, Berro fué elegido Presidente de la República, merced a la presión que en la definitiva lucha de grupos para consagrar un candidato, hicieron sentir a favor suyo jefes tan influyentes como Bernardino Olid, Gervasio Burgueño y Servando Gómez.

“Era — ha escrito Alberto Palomeque — una personalidad curiosa. Siempre en el hecho actuó en un círculo extremo, por más que tuviera en los labios y en la pluma frases de concordia y de unión... Político lo de una escuela tumultuosa y autoritaria, cuyo sentimiento atávico se reflejaba en sus relaciones con los jefes militares del Cerrito, sabía de la fuerza del caudillaje y no ignoraba que ese elemento de

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