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BESNES E IRIGOYEN, JUAN MANUEL

Calígrafo, en lo que llamaríamos su título oficial, fué — en subsidio — litógrato, topógrato, dibujante, acuarelista y maestro de escuela.

Temperamentalmente, sin embargo, era un dibujante que rayó casi en grafómano. De haber tenido preparación suficiente, a empuje de su tenaz voluntad de trabajador, quien sabe a donde habría llegado en lides de dibujo y pintura. Así y todo, ha sido el mejor documentador gráfico de nuestro pasado.

Vasco español nacido en San Sebastián, el 12 de julio de 1788, llegó a Montevideo en mayo de 1809, Maestro en caligrafía, las autoridades españolas le dieron quehacer en las oficinas del gobierno de la ciudad y concluídas las dominaciones hispana y luso-brasileñas, quedó Besnes e Irigoyen incorporado a nuestra sociabilidad en forma definitiva.

Alternó sus actividades entre la dirección de varias escuelas, principiando por la de la Sociedad Lancasteriana, en 1823 y las tareas de delineador de la Comisión Topográfica.

El 14 de enero de 1839, el general Rivera lo hizo vocal de dicho instituto, al que con el tiempo llegaría a presidir y en el cual obtuvo su jubilación en julio de 1857.

Iniciado por el belga José Gielis en el arte litográfico en el año 1838, fué dueño de un establecimiento de esta clase y se le designó litógrafo del Estado en 1843, recién comenzado el sitio de Montevideo.

Permaneció durante los duros años del asedio dentro de los muros de la capital, en contacto con lo más distinguido de nuestros hombres y con los esclarecidos extranjeros que la barbarie rosista había dispersado y vivían refugiados en nuestra ciudad.

Fué miembro de la Honorable Asamblea de Notables en 1850, del Instituto de Instrucción Pública al crearse en el año 1857 y del Consejo Universitario.

Tocóle, dada su gran competencia en la materia, el ingrato cometido de actuar en el peritaje de los papeles que llevaron al comerciante montevideano Luis Baena ante el Consejo de Guerra, acusado de entendimiento con el enemigo y, por el fallo sin discrepancia de los dos expertos, los cuales manifestaron que la letra era semejante a la del inculpado, Baena fué fusilado al otro día, en octubre de 1843, Besnes e Irigoyen, incapaz de matar una mosca, cayó enfermo de resultas del fatal informe.

Cultivó sus aficiones caligráficas hasta avanzada edad, existiendo trabajos suyos ejecutados a los 74 y 75 años, cuyos trazos son una maravilla de limpieza.

Verdadero ilustrador de los primeros cincuenta años de la vida uruguaya, el aporte de Besnes e Irigoyen a la iconografía histórica ra-

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