Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/208

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fines de 1875 e iniciado ya el gobierno dictatorial del coronel Latorre, el Tribunal nombró al doctor Blanco, Juez de Comercio en marzo de 1876, pero éste hizo saber a la autoridad judicial la imposibilidad en que se hallaba de aceptar el cargo, pronto a esas horas para ausentarse del país.

La ausencia duró poco y en el sombrío período de la dictadura entró de lleno en el movimiento a la vez intelectual y cívico que se organizó, teniendo por centro primo el Ateneo, donde dictó la cátedra de filosofía y del que luego fué presidente. Por esa época, desafiliado del coloradismo para formar en el nuevo partido denominado Constitucional, las grandes condiciones oratorias de Blanco lo fueron señalando con realce singular y su prestigio se acrecentó mucho en las campañas opositoras de la presidencia de Vidal. Su sobresaliente discurso del 7 de mayo de 1881 en la asamblea constitucionalista del Skating-Ring, donde dirigió la palabra a la concurrencia desde el palco balcón donde se hallaba, es acaso el mejor de cuantos haya pronunciado. Digno de cita es también el que dijo en el cementerio cuando iba a darse sepultura al tipógrafo Fontán, asesinado por las turbas la noche en que fueron asaltados los diarios opositores. Al final, la oración fúnebre vino a convertirse en un formidable alegato condenatorio para los hombres que gobernaban el país.

Emigrado en Buenos Aires, fué colaborador en los trabajos del movimiento revolucionario que concluyó en la jornada de Quebracho el 31 de marzo de 1886. A raíz de la derrota, volvió al país sin atinar como se lograría salir del paso después de aquel supremo y estéril esfuerzo, pero convencido de que era inútil tentar fortuna por las armas. La solución pacífica era precisamente la que tenía que venir y fué la que trajo el avenimiento político de noviembre con el denominado Ministerio de la Conciliación, cuando el presidente, general Máximo Santos, llamó a sus enemigos de la víspera a colaborar en el gobierno en un espontáneo cuanto histórico y feliz arranque de concordia nacional.

Juan Carlos Blanco consintió en formar parte del gabinete tomando a su cargo la cartera de Relaciones Exteriores. Ministerio cortísimo por su duración de cincuenta y dos días, duró lo bastante para cambiar los destinos de la república, colocándola en el camino de la reacción civilista.

Votado en 1888 para integrar la 16ª legislatura, hizo renuncia de la diputación sin incorporarse a la Cámara. Tampoco aceptó una misión diplomática a los Estados Unidos, contentándose con tomar a su cargo la cátedra de Derecho Civil en la Universidad, mientras se contraía a las tareas de su abandonado estudio.

Incorporado a la política militante como opositor en la administración de Idiarte Borda en 1897, se

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