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me a la declaración hecha por la Sala de Representantes de la Florida el 25 de agosto de 1825, inmediatamente del pronunciamiento soberano en que reasumió la plenitud de sus derechos, Blanco fué electo diputado al Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata en Sud América, pasando a Buenos Aires conjuntamente con Mateo Vidal y Manuel Moreno en clase de colegas.

La convención preliminar de pez, al cambiar totalmente el panorama político, una vez que transformaba la Banda Oriental en república independiente y soberana, significó el automático cese de nuestros diputados en una corporación que se convertía en extranjera.

Blanco, votado por la jurisdicción de Montevideo en las elecciones para miembros de la Asamblea General Constituyente y Legislativa del nuevo Estado, ingresó a la Sala el 22 de noviembre de 1828, correspondiéndole luego el honor de ser electo presidente del benemérito cuerpo cuando se procedió el día 24 a nombrar la mesa definitiva, Lo Nevaban al puesto, antes que su distinción intelectual o calidad de hombre de leyes, sus saneados antecedentes de patriota y su serena equidistancia de los grupos, prefiriéndosele a otros colegas que destacaban preparación jurídica y calidad oratoria muy superiores a las suyas. Su firma es la primera al pie de la Constitución del año treinta y en el Manifiesto a los pueblos.

El departamento de la capital lo invistió con su representación para la primera legislatura ordinaria de la República en 1830.

Señalado como elemento revolucionario cuando la sublevación del general Lavalleja, decretó el Poder Ejecutivo que le suspendía en sus funciones legislativas, al mismo tiempo que a su colega Juan B. Blanco y al senador Miguel Barreiro, pero la cuestión no pasó de ahí.

Dividida la opinión en parcialidades políticas, como tenía que suceder, apenas comenzado el aprendizaje de la vida republicana, Blanco, que no fué reelecto diputado, contó entre los elementos no adictos al general Rivera, y aunque no tuyo intervención muy activa en filas opositoras, no se vió libre tampoco de los ataques periodísticos en las personalísimas polémicas entre “La Matraca” y “La Diablada”, en las cuales él también vino a sacar su apodo.

Falleció en Montevideo el 25 de mayo de 1840, un tanto olvidado, pero en la hora final, prescindiendo de toda consideración política subalterna, se reconoció, en forma unánime, la honradez intachable de su vida.


BLANCO ACEVEDO, PABLO

Historiador, ministro y diputado. Era hijo del Dr. Juan Carlos Blanco y de Luisa Acevedo, nacido en Montevideo el 23 de agosto de 1880.

Después de seguir estudios secun-

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