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lucha y tuvo la efectividad del coronelato el 22 de agosto del mismo año 1904.

A la conclusión de la guerra con el vencimiento de los nacionalistas en el mes de setiembre, Acuña pasó a revistar en situación de cuartel, viviendo hasta el 9 de enero de 1914, en que murió en Montevideo, donde había venido a asistirse.


ACUÑA DE FIGUEROA, FRANCISCO ESTEBAN

Primer poeta nacional, que figura, asimismo, en puesto de distinción entre los poetas de habla castellana de su época.

Vió la primera luz en Montevideo el 3 de setiembre de 1791, hijo de Jacinto Acuña y Figueroa, español que alcanzó elevados destinos en la administración colonial, y de Jacinta Vianqui, porteña.

Conforme al rango oficial y a los posibles de su familia, luego que hizo los primeros estudios en colegios de la ciudad natal, paso a perfeccionarlos en Buenos Aires, donde tuvo por maestro al presbítero Juan Domingo Achega, que le enseño latín y lo hizo penetrar en la entraña de sus poetas.

Reintegrado a Montevideo, obtuvo en 1807 un cargo en la Oficina de Hacienda, de la cual era jefe su padre, y mientras tanto dedicábase al cultivo de las letras. Fruto de estos ensayos fue una oda en celebración de la victoria obtenida en la guerra de la Península por el ejército combinado sobre las tropas del francés Massena, impresa con tipos de la Gaceta de Montevideo, el año 1811. “Obra detestable en octavas reales” a juicio de Gustavo Gallinal — tiene el mérito de ser el primer opúsculo de pluma uruguaya aparecido en el país en letras de molde.

En esta tranquila situación burocrática encontró al aficionado poeta la revolución de Mayo de 1810. Al año siguiente vino el alzamiento de la provincia en armas por la patria, y las huestes libertadoras triunfantes no demoraron en presentarse a sitiar a los españoles en Montevideo.

La posición de los suyos, sus principios y su calidad de funcionario, debían atarlo y retenerlo como lo retuvieron en la ciudad, pero Figueroa, con encomiable sinceridad confesó, también, muchos años, mas tarde “no haber comprendido en su hora el impulso regenerador del movimiento americano, asustado por la conmoción que sufría el antiguo orden social”.

En esta tesitura, mientras la guerra iba arreciando para tocarle de tan cerca como el día en que su hermano Claudio, oficial del Rey, sucumbió víctima de las heridas recibidas en el combate del Cerrito, Acuña de Figueroa dedicóse a rimar, en varios metros y a escondidas de los suyos, el relato diario de todos los sucesos bélicos — grandes y chicos — que tenían por teatro la ciudad o venían a conocimiento suyo durante el curso del asedio, principiado el 1° de octubre de 1812