Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/245

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detalle alguno, ni siquiera los excesos de vandalismo retrospectivo de los cuales había fresco ejemplo en la Argentina, pero que felizmente se ahorraron a nuestro país —pues con antelación suficiente tenía retirado de su casa papeles y documentos personales o de familia.

Depuesto el Consejo Nacional de Administración que presidía, aprehendidos la mayoría de sus miembros y dispersadas las cámaras por el golpe de Estado del 31 de marzo de 1933, la policía del ex-presidente Gabriel Terra, convertido en dictador, vino a sitiarlo en su domicilio particular, pero él no consintió en darse preso ni aceptó la posibilidad de abandonarlo al amparo de un diplomático amigo y se suicidó de un tiro en el medio del pecho, a la puerta de su casa, señalada con el número 1394, en la calle Río Branco.

Poseía Brum, en el fondo de su alma, un paralelismo básico con Martí, el Ultimo Libertador, caído en Dos Ríos, en cuanto ambos abrigaban el común convencimiento de la virtualidad del sacrificio, fuente de imposición y de milagros. Martí, había “la sangre de los buenos no se vierte nunca en vano, la vida humana no es toda la vida, la tumba es vía y no término”.


BUELA, JUAN G.

Periodista y gerente de la llamada Sala de Comercio Montevideana, institución de gran importancia en su época.

Español de nacimiento, había visto luz en 1827 y llegó a Montevideo siendo muy joven para emplearse como dependiente de almacén mayorista.

Emprendedor y despierto, en 1846 adquirió de su paisano Julián Rosaquellas, la “Sala de Comercio”, especie de centro de reunión de hombres de mar y gentes de negocios, donde se leían diarios extranjeros, que aquel había fundado el año 1840, y con una actividad incansable hizo de un organismo en embrión un establecimiento de suma utilidad, acreditado por los valiosos servicios que prestaba a la plaza montevideana.

En 1849 Buela añadió un nuevo adelanto a su agencia con la publicación de una hoja manuscrita, sin título ni día fijo, donde se noticiaba el movimiento de buques. Interesados los suscritores, aumentó el tiraje usando dos prensas de copiar cartas, pero no siendo suficientes, adquirió cuatro cajas de tipos viejos y una pequeña prensa de mano. que había servido como prensa del ejército de Echagüe, vencido en Cagancha y con esos parvos elementos pudo sacar a la calle a principios de 1830, el primer número de “El Telégrafo Marítimo”, hoja vespertina virtualmente apolítica, independiente, con profusa información tocante a comercio, navegación y movimiento portuario, de sumo interés para los comerciantes pacatos y rutineros, para los cuales la suscripción a la única hoja esencialmente dedicada al gremio,

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