Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/25

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misión de este nombre se creó el 29 de agosto de 1837, teniendo por colegas a Bernardo P. Berro y a Florentino Castellanos, tuvo asimismo un sitio en el Instituto de Instrucción Pública.

En la Defensa de Montevideo, fue miembro de la Asamblea de Notables de 1846 a 1851 y en el seno de la corporación presento el 24 de setiembre de 1846, un proyecto otorgando al general Rivera el título de Gran Mariscal. Votada favorablemente la moción, el conquistador de Misiones tuvo el suficiente tino para rehusarlo. Figuraba el vate en esos días como admirador entusiasta de Rivera, pero, en la hora de la declinación del caudillo, no tomo su defensa con igual empeño.

Hombre sin verdaderas convicciones políticas no tuvo tampoco convicciones religiosas. Su lira vibro en honor de todos los ciudadanos que se sucedieron en el mando superior de la República y con la misma pluma que escribió el “Dies Irae" y la “Salve multiforme”, escribió el elogio de la Masonería y rimó anatemas contra los jesuitas.

Acuña de Figueroa no fue un varón de Plutarco, y no hay para que ocultarlo. “Intentar — dice Gustavo Gallinal en un reciente estudio de rara valentía — la santificación de todos los personajes de nuestra edad heroica, haciendo desfilar bajo arcos de papel pintado, figuras irreprochables, austeras, deshumanizadas, en vez de hombres de carne y hueso, es falsear inútil y transitoriamente la verdad histórica.”


Pero los aspectos de su personalidad son accesorios cuando se le focaliza literariamente, pues Acuña de Figueroa fue sin duda alguna nuestro primer hombre de letras y sigue siendo una personalidad en el parnaso de indo-América.

La parte publicada de sus versos comprende doce tomos y “la lectura de su obra copiosa y desigual evoca una personalidad inconfundible y de original perfil” en las letras uruguayas. “Es — se ha dicho con razón — la figura central de la primera época de nuestra vida literaria” y “sobrepasa a todos los que en torno suyo se entretuvieron rimando ocios robados a la política, a la administración y a la iglesia”.

Procedente de un modo absoluto de la poesía española del siglo XVII, realzada su natural calidad por un solido fondo de cultura clásica y “buen latinista, dominaba varias lenguas modernas y escribía en ellas con mucha soltura”.

Como escritor satírico dej6 un caudal de epigramas que no iguala en nuestra lengua ningún otro. Adelantándose a la observación venidera de Menéndez y Pelayo de que no todos son originales, el poeta había hecho constar con lustros de anticipación, que eran de plena propiedad suya — o sea originales — la tercera parte de ellos.

Cantor de la patria, aunque tardío, presento a las autoridades del país el 8 de julio de 1833 el primer himno nacional y cuando este llevaba ya tiempo de vigencia, ofreció al gobierno de la República una ver-