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CIGANDA, EVARISTO Guzmán

Diputado, político y distinguido orador, nacido en el departamento de Soriano el 26 de octubre de 1868, hijo de un vasco español y de madre uruguaya.

Vivió sus días de muchacho en la ciudad de San José, haciéndose notar desde la escuela por su inteligencia, y en 1880 vino a Montevideo, dónde se bachilleró, para graduarse de abogado en 1891, con una tés que versaba sobre las Crisis. Al siguiente fué designado para regentear la cátedra de Historia Americana en la Sección de Enseñanza Secundaria y poco más tarde pasó a regir el aula de derecho civil en la facultad respectiva.

Prestigioso por su pluma de periodista y su palabra elocuente en las filas jóvenes del Partido Nacional, al que pertenecía, fué votado en el departamento de San José, ingresando a la cámara como diputado por el trienio 1894-97. Fué reelecto para la legislatura siguiente, aunque que no terminó su período, pues la actitud de su partido alzado en armas contra el presidente Idiarte Borda, a cuyo régimen político pertenecía la cámara de que Ciganda era integrante, llegó a crearle una situación de equilibrio difícil. Muerto violentamente Idíarie Borda el 25 de agosto de 1897, y ajustada la paz en setiembre del mismo año, cuando el conflicto planteado entre Juan L. Cuestas, presidente del senado en ejercicio del Poder Ejecutivo, que pretendía la reelección, y la mayoría parlamentaria que le negaba sus votos, Ciganda formó en el grupo colorado-nacionalista que prestigiaba la elección legal de Cuestas, el cual, después de dar un manifiesto al país, se declaró disuelto el 9 de febrero de 1898, víspera de la fecha en que el presidente del senado, dispuesto a seguir gobernando de cualquier modo, disolvió las cámaras y se proclamó dictador.

Por su actitud legalista y moderada, el dictador lo excluyó de la nómina de nacionalistas a quienes llevó a su lado como integrantes del Consejo de Estado.

Fuera de haber ilustrado los anales parlamentarios con notables discursos dignos de nuestros más elocuentes oradores, Ciganda fué autor del proyecto que luego prestigió hasta obtener la sanción favorable, por el cual se extendía al personal enseñante el beneficio de la jubilación.

Esta iniciativa altruísta, dirigida a amparar a los maestros, el más digno y menos considerado sector del funcionariado público, siempre mal pagos y constantemente pospuestos, será en todo tiempo honra de su nombre. Como expresión de reconocimiento, los cuerpos docentes ofrecieron al joven legislador un hermoso retrato al Blanes.

Ajeno, como elemento de filas — tal vez por suerte suya — al discu-

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