Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/341

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tintos, manchó el triunfo con la ejecución arbitraria del jefe enemigo, capitán Julio Insfran, fundándose en que había torturado a los prisioneros obligados a trabajar bajo su férula. Unos cien de estos infelices, aliados o paraguayos, fueron libertados en la ocasión.

El triunfo espectacular y decisivo le dió fama entre los aliados, principalmente entre los brasileños; y en lo que dice con nosotros, el 8 de enero de 1870 se le volvió a su antigua situación por orden del Ejecutivo y el 11 de octubre llegó a coronel graduado, ascenso que sería el último,

En este período, correspondiente al del movimiento revolucionario blanco traído a la República por el coronel Timoteo Aparicio, Coronado tuvo activa y brillante actuación en las filas del gobierno, sea como jefe del Batallón Santa Rosa, al frente — accidentalmente — de la División Salto o comandando la izquierda del ejército de Suárez en la reñida y trascendental batalla del Sauce, el 25 de diciembre de 1870.

Esta actuación de primer orden, como soldado, estuvo contrabalanceada por el matiz anarquizante de su conducta, que lo mezclaba en las luchas internas, desagradables, que debilitaban los ejércitos del gobierno del general Batlle, y dieron lugar a que se le separara de todo mando, pasando entonces a residir en su estanzuela del Rincón de Santa Rosa, extremo N-O de la República.

Allí se dió el escandaloso episodio de negociar el Escuadrón Santa Rosa y un escuadrón de caballería de guardia nacional, unidades que mediante la suma de 6.000 pesos Coronado se comprometía a pasar a Corrientes para una revolución contra el gobernador de aquella provincia, conforme lo hizo, disponiendo que sus fuerzas vadearan el Río Uruguay el 21 de enero de 1872, Responsabilizado por la fechoría, culpó de la aventura a su segundo el mayor Pedro Capurro, italiano, que después de los sucesos no volvió al país.

Durante el gobierno de Ellauri vivió por algún tiempo en el Brasil, temeroso de que lo procesaran, y solamente vino de allí cuando el motín del 15 de enero de 1875 entronizó en el mando al usurpador Pedro Varela. Las afinidades de la barbarie son irresistibles, y el brazo de Coronado no podía faltar en defensa de un gobierno semejante.

Fué este año 75 — justamente llamado nuestro Año Terrible — el de pleno auge de Coronado y cuando más pesó su dominio sobre la gente del rincón salteño que tiranizaba, campeando por sus respetos como dueño de vidas y haciendas.

Fué entonces que hizo ultimar a puñaladas al capitán José Dubroca, buen comisario seccional, y que se vió envuelto en las muertes violentas de Vázquez y de Aguilar.

El gobierno, en cambio, lo designó jefe de la División Salto y ejerciendo el cargo tuvo a su lado a Nico Coronel y al pardo Luna, componen-

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