Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/342

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tes de la banda que había asesinado al general Urquiza.

“Todos los elementos malos, el matrero, el cuatrero, el vago — ha escrito alguien — todos tenían la hospitalidad y la protección en sus dominios”.

Cuando el alzamiento cívico de la Revolución Tricolor, en setiembre y octubre de 1875, se vió un momento en situación comprometida, pues los soldados dictatoriales, detenidos por el ejército de Saldaña en Palomas, no lograron prestarle la protección que necesitaba, aislado en la zona fronteriza.

Pero el panorama cambió pronto, cuando el coronel Latorre, convertido en dictador en marzo de 1876, resolvióse a poner en práctica sus planes de reajuste, principiando por la eliminación — por estilo tremendo — de los indeseables caudillejos rurales, que en el desgobierno de Varela habían multiplicado llenos de audacia y en cuya lista no era posible que faltase Coronado.

El doble asesinato, con móvil de robo, del rico estanciero español Vicente Saralegui y de un sobrino suyo, ocurrido en la picada de Tira Poncho, jurisdicción de Santa Rosa, crimen donde el nombre de Coronado apareció envuelto, vino a ofrecer a Latorre la ocasión para proceder.

Añadiendo al eco de aquellos rumores, la especie de que el turbulento comandante estaba sublevado o próximo a sublevarse, se preparó en la ciudad de Salto una expedición militar encargada de capturarlo, la cual se puso en marcha hacia el norte a las órdenes del jefe político del departamento.

Expresamente enviado de Montevideo, formaba en la columna el mayor Máximo Santos. Llevaba una compañía de soldados del batallón 5° de cazadores a su mando y seguramente traía instrucciones precisas de Latorre.

El 17 de junio de 1876, próximos ya a Santa Rosa, Simón Martínez y Santos hallaron en el camino a Coronado, el cual, tal vez sin sospecha y desde luego sin resistencia, se entregó al mayor Feliciano Viera, antiguo subalterno suyo, que adelantóse a su encuentro para trasmitirle órdenes superiores. Juntos legaron al grueso de la expedición, detenida en la marcha.

Asegurado convenientemente de inmediato, esa misma noche, acampados en la estancia de un brasileño Rodríguez, Coronado fué muerto a balazos por el centinela en momentos que intentaba fugar, conforme lo hizo saber el mayor Santos en parte telegráfico al Gobernador.

El cadáver recibió sepultura en el cementerio particular de los dueños del campo, en Isla de Sarandí.

Pueden consultarse los siguientes artículos del autor: En “La Mañana” — Montevideo — (Suplemento), números de 23 de mayo de 1926; 11 y 25 de mayo de 1930; y 21 de enero de 1933, — En “El Día” — Montevideo — (Suplemento), número del 12 de diciembre de 1937.

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