Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/346

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resulta a todas luces inexplicable, pues la fama de los crímenes de Nico Coronel era notoria y Lucas Moreno no podía ignorar los antecedentes del personaje por quien se empeñaba con ese calor. Por lo demás, Urquiza tampoco podía ser ajeno a ello, lo cual tornaba más complicado el caso.

Coronel fué puesto al cuidado de una de las múltiples estancias del capitán general, que le apadrinó un hijo entrerriano le dispensó las consideraciones que solía dispensar a estos hombres de presa capaces de ser útiles cumplidores de órdenes difíciles. Cuervos criados por él, que concluyeron por sacarle los ojos, eran a la par de Nico, todos los que fueron a matarlo en el nublado atardecer del Jueves Santo de 1870.

Muerto Urquiza, Coronel se convirtió en figura principal de la revolución que el general Ricardo López Jordán inició en Entre Ríos con el sangriento episodio del Palacio, pero el movimiento fué sofocado por el gobierno federal y Nico, a quien no le era fácil hallar guarida, pensó incorporarse al ejército revolucionario blanco que a las órdenes del coronel Timoteo Aparicio, convulsionaba en eses días nuestra República. A poco de hacerlo, sin embargo, un jefe revolucionario cuya honradez cívica igualaba a su valor militar, el coronel Angel Muniz, en conocimiento de que Nico Coronel se encontraba en el departamento de Cerro Largo con hombres armados de divisa blanca, entre los cuales el pardo Luna, otro de los matadores de Urquiza, dispuso en la orden general que aquél y los suyos fuesen separados inmediatamente del ejército “no necesitando la revolución para su defensa ni para su triunfo del inmoral concurso de salteadores y asesinos famosos”. cuya presencia en el ejército mancillaba el honor de sus soldados.

Merodeó desde entonces por la frontera noroeste uruguayo-brasileña y al fin halló amparo en la guarida de otro personaje mal afamado, el coronel Hipólito Coronado, en las cercanías de Santa Rosa del Cuareím, en el departamento de Salto.

En el gobierno de Pedro Varela, después del motín del 15 de enero del 75, época en que Coronado fué un sostén poderoso de la nueva situación, Nico recuperó su libertad de movimiento y hasta tuvo un cargo militar en la división Salto que aquél comandaba.

El advenimiento de Latorre a la dictadura y la muerte violenta de Coronado, que Latorre ordenó a los pocos días, desparramaron el nido de Santa Rosa y Nico, tolerado entonces por las autoridades del Imperio del Brasil, se domicilió en San Juan Bautista del Cuareim, para convertirse en un elemento perturbador de la tranquilidad de nuestro país, cuyo nombre aparecía mezclado siempre en los planes revolucionarios. El gobierno de Vidal solicitó su internación y el Imperio le señaló para residencia la ciudad de Ale-

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