vía dicho cargo cuando un año más tarde, el 28 de marzo de 1833, la Asamblea lo hizo Ministro del Superior Tribunal.
Como juez, fué Costa un magistrado recto y enérgico a la par que comprensivo, para quien la equidad tenía fueros sacratísimos. Se mencionó siempre entre la gente de la época, una sentencia dictada en 1832 cuando era Juez del Crimen, por la cual -— contrariando intereses creados, prejuicios raciales y consideraciones de todo orden — privó al amo de un esclavo negro de la propiedad de éste, en castigo de los malos tratos que le había inferido.
Diputado por Canelones en 1834, «desempeñó el mismo año funciones de Inspector General de Instrucción Pública, Senador por el mismo departamento en 1837, reelecto después de la paz de octubre de 1851, ocupó simultáneamente los cargos de legislador y juez de acuerdo con la práctica inconstitucional admitida entonces.
En su desempeño y con categoría de presidente del Tribunal se acogió a los beneficios de la jubilación, retirándose a vivir en su casa quinta del Arroyo Seco, próxima a la de Joaquín Suárez, de quien era muy amigo desde los tiempos de juventud.
Sus. servicios a la nación no se interrumpieron sin embargo, pues al ponerse en vigencia la nueva ley de 1858 sobre protocolos notariales, el Superior Tribunal encargó a Costa de la vista y revisión de las escribanías de Cámara, Registro General de Ventas y Juzgado de la Unión.
Su rol en la enconada lucha partidista de la organización nacional fué atemperado y discreto, y si en el último período de su existencia esta actitud aparece modificada, al hallarse su honrada firma en documentos lamentables de la presidencia de Pereira, la posteridad comparte el juicio de los contemporáneos en cuanto a que esas firmas pertenecen a la época — tan temida por Renán — en que la ancianidad transfigura poco a poco a los hombres.
Alcanzó este ciudadano meritorio cuanto modesto y considerado, una larga vida, viniendo a fallecer en Montevideo con ochenta y cinco años cumplidos, el 9 de julio de 1867.
COSTA, Estanislao DALMIRO
Pianista y compositor, intérprete admirable a la vez que inspirado autor de composiciones de alto mérito, distinguidas por un sello personal impresionante.
Nacido en Montevideo el 7 de mayo de 1836, a los pocos años configuró el caso de un prodigio de precocidad sin precedentes.
Juan Bautista Alberdi, que pudo conocerlo cuando Dalmiro sólo tenía cuatro años — y fué su primer biógrafo — declara que lo contempló “con una especie de pavor, con una
