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AGUILAR, FAUSTO

Militar, general del ejército nacional, que tuvo asimismo grado en la República Argentina, llegando a ser uno de los mas renombrados y populares jefes de su época. Sin aventajada estatura ni marcial presencia, era antes bien de escasa talla y del tipo mogoloide de los que llamamos “nuestros indios”, pero de músculos apretados que parecían de acero a fuerza de resistentes y flexibles.

Nacido en el departamento de Paysandú el 19 de marzo de 1808, hijo legítimo de Juan José Aguilar y María Fernández, se hizo soldado en tiempos duros, en que serlo era casi una imposición de la vida, ingresando como soldado en la División Paysandú en 1832; llegó a cabo en 1834 y a sargento en 1836.

Después de servir bajo banderas riveristas en la titulada revolución “Constitucional” de 1836-38, a cuyo término era sargento mayor graduado del Regimiento de Milicias N° 9, fue dado de alta en el ejército de línea como teniente coronel graduado el 22 de julio de 1839. Continuó a órdenes de Rivera convertido en Presidente de la República y en los días de la invasión del general argentino Pascual Echagüe en 1839, formó parte de aquella División Paysandú que haciendo verdaderas proezas, retardó cuanto fue posible la marcha hacia el sur del ejército enemigo.

Actor en la batalla de Cagancha — gran victoria nacional — el 29 de diciembre del 39, mando el 4° escuadrón de caballería en el ala izquierda, puesta a las órdenes del general Anacleto Medina, y en mayo de 1846, a órdenes de Garibaldi, estuvo en el combate de Dayman.

Hecho prisionero cuando la toma del pueblo del Salto por las fuerzas del general Servando Gómez el 9 de enero de 1847, se le condujo a Entre Ríos y allí, después de algún tiempo y como sucedía siempre, apareció incorporado a los cuadros del general Justo José de Urquiza y a servicio de la tricolor entrerriana, su lanza fue de las que en el potrero de Vences quebrantaron la heroica resistencia de los correntinos que defendían la libertad. Salió de esta peligrosa prueba sin particular salpicadura de sangre, actor en una dura jornada, pero nada más.

Siguió las banderas de Urquiza cuando este se sublevó contra la tiranía de Rosas, formando en la escolta del capitán general entrerriano. Refiere Sarmiento, redactor del Boletín del Ejército Grande Aliado, a propósito de nuestro coronel (a quien llama militar muy negado, terriblemente valiente) que el 1° de febrero de 1852, leyendo con Urquiza los manuscritos del numero en preparación, este, al escuchar la frase “el renombrado Fausto” le interrumpió diciendo maliciosamente: “Estos salvajes unitarios se alcahuetean unos a otros, se recomiendan y se elogian.”

Una de las modalidades que hacen simpática la persona de Fausto