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presencia en el gobierno del que se consideraba “el peor de los senadores bordistas”, pero Cuestas, con admirable sagacidad, encauzó sus primeros pasos en el rumbo que venían indicando precisamente las fuerzas opositoras a la situación de que había formado parte hasta el 25 de agosto, mostrándose apurado por reanudar las negociaciones de paz que pusieran término a la guerra civil en que ardía el país desde el mes de marzo. Al mismo tiempo, se hizo crítico severo de la gestión administrativa y hacendística de Idiarte Borda, que había defendido la víspera.

El presidente del senado tenía trazado su plan. Los partidos opositores, comprendiendo a su vez que Cuestas en el gobierno era el hombre que podía hacerles el juego, lo rodearon inmediatamente y olvidándose de su pasado, adjudicáronle calidades y predicados que hasta entonces habían permanecido ocultos.

La paz con los revolucionarios nacionalistas; que era la más urgente de las cuestiones, quedó sellada el 18 de setiembre, pero como todas las cosas hechas muy de prisa y en este caso con reservas mentales, la paz vino a resultar una simple tregua, “la sombra de una paz” conforme el tiempo se encargaría de demostrarlo.

El reajuste administrativo — que era necesario sin duda — tuvo principio de realidad y muchas de las corruptelas e inmoralidades que se venían denunciando desaparecieron, pero la tarea se empezó a pintar como cada vez más larga y más dificultosa y el período de mando de Cuestas terminaba constitucionalmente el 15 de febrero de 1898. No era posible que la era de política nacional reparadora fuese a quedar truncada y en ese plan, la fracción hasta entonces opositora del Partido Colorado, los nacionalistas que habían logrado grandes ventajas políticas de la Paz de Setiembre y un núcleo de ciudadanos del Partido Constitucional, resucitado para el caso, principaron a agitarse en el sentido de que Cuestas fuese electo por la Asamblea, presidente de la República por el cuadrienio 1839-1903.

Pero los políticos colorados del bando contrario no se avinieron, siendo como eran la mayoría parlamentaria, a entregar el gobierno al compañero tránsfuga que había vuelto sus armas contra ellos. Cuestas, por su lado, los provocó y logró numerosas deserciones merced a promesas y a premios de todo género, pero el grupo conservó la mayoría necesaria para designar el 1° de marzo del 98 un presidente de su sector.

Entonces tuvo principio una encendida propaganda contra la legislatura, tildada de traer vicioso origen, de no representar la opinión del país y de estar constituida de elementos subalternos, con la cual era menester barrer si se empeñaba en no dar sus votos a Cuestas.

Era, desde luego, una lucha condicional, pues si la mayoría se decidía a votar a Cuestas, la coalición parti-

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